EN PODER DE LOS SÁDICOS

BY JOSEMMM

[ part 11 ]

Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía. Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absolutamente odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad.

Tras la prolongada sesión de tortura de la mañana, los sádicos decidieron dejar que Natalia descansara. Tras darla de beber, limpiarla y desinfectar sus heridas, la pusieron la bata, la encerraron en su celda y salieron del sótano para comer. Natalia quedó tumbada sobre el colchón, exhausta después de tantos sufrimientos.

Al cabo de una hora, los hombres volvieron y obligaron a la niña a beber la jarra de zumo en el que habían disuelto las sustancias de costumbre con el fin de facilitar su recuperación para la sesión de la tarde. Luego, la dejaron de nuevo sóla.

Natalia quedó inmóvil sobre el colchón. Cuando se hubo recuperado un poco comenzó a darle vueltas a la cabeza al horrible calvario que la habían hecho pasar esos monstruos. Seguía sin entender cómo un ser humano podía hacerle a otro semejantes barbaridades sólo por diversión. Además se sentía totalmente aterrada ante lo que pudieran tener pensado hacerla esa misma tarde. Intentó consolarse pensando en que, al día siguiente, por fin, sus padres seguramente conseguirían resolver los problemas del banco y pagar su rescate. Una vez más comenzó a rezar en silencio...

Los hombres estuvieron visionando las escenas recogidas por las videocámaras. ¡Qué gran idea había sido filmar todas las sesiones! De esa manera iban a disponer de horas y horas de metraje que constituirían para ellos un verdadero tesoro durante el resto de su vida.

Pasadas tres horas, de nuevo aparecieron en el sótano los dos hombres, riendo y silbando. Natalia, horrorizada, les oyó haciendo preparativos. ¡Sin duda tenían la intención de seguir torturándola! La pobre niña comenzó a temblar mientras sollozaba desconsoladamente. La idea de más sufrimientos se le hacía insoportable.

Tras unos minutos, Juan y Tomás entraron en la celda y, lo primero de todo, obligaron a Natalia a orinar para que vaciara la vegija. Seguidamente, la cogieron de la mano y la intentaron sacar de su celda. La pobre niña, loca de miedo, se soltó y se tiró sobre el colchón acurrucándose mientras lloraba amargamente.

¿De verdad crees que puedes librarte de lo que tenemos pensado hacerte, pequeña idiota? – La preguntó Tomás sonriendo.

¡Lo siento, putita! – siguió Juan - ¡Pero ya sabes que, para nosotros, verte sufrir es un verdadero placer. Prepárate porque te espera una tarde que no te la podrías imaginar ni en tus peores pesadillas!

¡NOOOOOO......!

Sesión de la tarde.-

A pesar de la histérica resistencia que opuso Natalia, los dos hombres la levantaron, la despojaron de la bata y la llevaron en volandas hasta el escenario, en mitad del cual, iluminada por los focos, se encontraba, de nuevo, la silla ginecológica. La niña luchó hasta la extenuación pero no pudo evitar que, en cuestión de pocos minutos, sus verdugos la hubieran amarrado sólidamente a la silla, dejándola de nuevo atada desnuda en la más desprotegida posición.

Natalia, entre sus abundantes lágrimas, vislumbró de repente, sobre una mesilla colocada al lado de la silla algo que no había visto todavía: Un infiernillo desenchufado. Junto a él, un alfiletero sobre el que estaban clavadas numerosas agujas y unos alicates. La desesperación de la desdichada se hizo insufrible. ¡Sin duda sus verdugos iban a usar todo aquello para torturarla!

Por si la quedaba alguna duda, Juan, sonriendo cruelmente, se encargó de informarla acerca de lo que la esperaba. Sacó una de las agujas clavadas en el alfiletero y la colocó delante del rostro de Natalia. La niña la observó espantada. Era larga, de seis centímetros de longitud y muy fina. Su afilada punta brillaba amenazadoramente.

Bueno, putita, esta mañana has sufrido terriblemente con la electricidad pero te puedo asegurar que lo que te vamos a hacer esta tarde te va a doler aún más. ¿Ves estas agujas? ¡Te las vamos a ir clavando en zonas estratégicas de tu precioso cuerpo. Pero, antes... vamos a calentarlas bien con el infiernillo para que puedas apreciar debidamente como se hunden en tu carne!

Los dos sádicos contemplaron satisfechos la expresión de terror absoluto reflejada en los ojos de su víctima. ¡Qué placer era observar su horror y su desesperación ante el nuevo horrible tormento que iba a tener que sufrir inexorablemente!

Tomás enchufó el infiernillo. En cuestión de segundos, las resistencias fueron encendiéndose cada vez más hasta quedar al rojo vivo. Entonces, los hombres depositaron sobre ellas una docena de agujas.

Mientras se calentaban las agujas, Tomás se encargó de ajustar los enfoques de las videocámaras y Juan de inyectar en el brazo de la niña la primera dosis de la sustancia anti-desmayos. Dado el extremo sufrimiento al que iban a someter a su víctima, Juan tenía previsto inyectarla tres dosis de forma escalonada a lo largo de esa sesión.

Natalia, mientras tanto, lloraba y gemía, temblando de miedo ante su espantosa situación.

Los hombres se quitaron los calzoncillos y sus penes aparecieron ya en semi-erección, en anticipación a los crueles placeres que les esperaban.

Juan y Tomás, pacientemente, dejaron pasar unos minutos con el fin de que las agujas se calentaran debidamente.

Luego, justo delante de su víctima, riendo divertidos, lanzaron una moneda al aire para ver quien comenzaba la tortura. Sería Tomás el que tuviera ese privilegio.

Tomás cogió los alicates y sacó del infiernillo una de las agujas. Sujetándola por su parte posterior, la levantó en el aire comprobando que ya se encontraba ardiendo. No obstante, volvió a colocar el extremo de la aguja sobre las resistencias y lo mantuvo allí hasta que la punta quedó al rojo vivo.

Por fin, satisfecho, miró sonriente a su víctima.

¿En qué parte de tu precioso cuerpecito quieres sentir el primer pinchazo? – la preguntó sádicamente mientras mostraba a la pequeña la humeante aguja.

Natalia, totalmente aterrada, se limitó a mover la cabeza negativamente, mientras suplicaba balbuceando ininteligiblemente algunas palabras.

Los ojos de Tomás se posaron en la porción de piel de las nalgas de la niña que quedaban ofrecidas gracias a la impúdica postura en que se encontraba. Todavía tenía bien visibles las marcas de la vara, aunque las heridas ya estaban cicatrizando. Tomás buscó un punto libre de marcas y, parsimoniosamente, fue acercando hacia él la punta de la aguja.

Natalia contrajo todo su cuerpo, intentando evitar lo inevitable...

Tomás, disfrutando enormemente y degustando las muestras de terror de la niña, siguió acercando la aguja a la carne de la pequeña hasta que la punta entró en contacto con la piel. Los dos hombres observaron cómo todo el cuerpo de Natalia se tensionaba todo lo que las ligaduras le permitían. Tomás siguió empujando y la ardiente punta de la aguja comenzó a hincarse dentro de la carne de la desdichada.

¡UAAAAAAAGGGGGGHHHHHHH.....!

Los sádicos se extasiaron ante el grito de pura agonía de la pobre niña al sentir los efectos de la quemadura.

Tomás siguió presionando lentamente hasta que un centímetro de la aguja quedó incrustado dentro de la carne de la Natalia. Entonces abrió los alicates para soltarla. El metal incandescente fue cauterizando la herida y evitando que la sangre brotara.

La niña quedó aullando de dolor para deleite de sus torturadores. Los dos hombres se sentaron para contemplar, mientras se masturbaban, el sufrimiento de la pequeña.

Cuando la pobre niña pudo volver a razonar un mínimo, comprendió desesperada que lo que la habían dicho sus torturadores era la verdad: El dolor producido por el metal ardiente era aún más fuerte que el que había sentido en cualquiera de las anteriores torturas. La desdichada redobló sus lloros ante la horrorosa perspectiva que tenía por delante.

Los sádicos, pacientemente, esperaron a que los efectos de la primera aguja se fueran mitigando un poco. Entonces, Juan, procedió coger otra aguja con los alicates. Aunque ya estaba ardiendo, al igual que su compañero, Juan posó la punta de la misma sobre las resistencias hasta que quedó al rojo.

¡Ahora me toca a mí! – exclamó Juan mirando a su víctima con ojos crueles.

¡NOOOOOO.....!

Juan escogió otro punto todavía indemne de las nalgas de Natalia y, lentamente, fue dirigiendo a él la punta de la aguja.

¡UAAAAAAAAHHHHHHHHGGGGGG.....!

De nuevo la pobre niña sintió como, milímetro a milímetro, la ardiente aguja penetraba en su carne hasta quedar clavada. De nuevo los sádicos degustaron las muestras de absoluto dolor de la pequeña...

Cuando Natalia se hubo recuperado un poco, su desesperación hizo que volviera a suplicar patéticamente a sus verdugos.

¡Bastaaaa...... por favor..... no lo puedo soportar.... por favor....!

Los hombres apreciaron complacidos el tono totalmente conmovedor de las súplicas. Estaba claro que lo que decía era el puro reflejo del estado en el que se encontraba. Y eso hacía aún más excitante proseguir la tortura.

¿No lo puedes soportar? – exclamó Juan burlonamente - ¡Si estamos empezando! ¡Si supieras lo que vas a tener que soportar a lo largo de la tarde...!

Tomás ya estaba cogiendo con los alicates la siguiente aguja....

Juan y Tomás siguieron turnándose. Una a una, con deliberada lentitud para que la niña pudiera absorver plenamente el dolor, las doce agujas que se encontraban sobre el infiernillo, fueron clavadas sin piedad en las nalgas de Natalia.

Juan y Tomás decidieron hacer un pequeño alto mientras se bebían unas cervezas.

Natalia, encharcada en sudor, quedó llorando amargamente, sintiendo las punzadas de las agujas clavadas en sus nalgas y llena de miedo. El dolor que la estaban haciendo sentir sus verdugos sobrepasaba su capacidad de comprensión y, sin embargo, la pobre niña sabía con certeza que esos monstruos no se iban a conformar con lo mucho que ya la habían hecho sufrir hasta ese momento.¡Sin duda iban a continuar atormentándola! Renovadas lágrimas surcaron las mejillas de la pequeña, presa de total desesperación.

Los temores de Natalia pronto se vieron confirmados. Pasados quince minutos, los hombres se dispusieron a reanudar el suplicio.

¡Bueno, putita! ¿Has descansado? – exclamó Tomás - ¡Pues prepárate porque tu sufrimiento va a seguir!

¿Te han dolido mucho las agujas que te hemos clavado en el culito....? – preguntó Juan sonriendo - ¡....Pues ahora estamos deseando ver tus reacciones cuando te las clavemos en tus preciosas tetitas!

¡NOOOOOOOO....!

Juan y Tomás procedieron a cambiar la posición de los brazos de Natalia. Soltaron las las muñecas de la niña, que se encontraban atadas a dos sujecciones a ambos lados de su cabeza y las volvieron a atar a otras sujecciones situadas a los lados del asiento. De esta manera, sus pequeños senos aumentaban ligeramente de volumen y ofrecían más carne donde poder clavar las agujas.

La pobre niña vió horrorizada cómo los sádicos, sonrientes, colocaban otro juego de agujas sobre las encendidas resistencias del infiernillo.

Mientras esperaban a que las agujas se calentaran, los hombres se aproximaron a Natalia y cayeron sobre su cuerpo desnudo, manoseándolo, besándolo, lamiéndolo y chupándolo procazmente, mientras la decían verdaderas barbaridades.

Una a una, fueron quitando las agujas que permanecían clavadas en las nalgas de Natalia, haciéndola de nuevo gritar en agonía. A pesar de que el metal ardiendo había ido cauterizando la carne a su paso, al sacar las agujas pequeños hilillos de sangre brotaron de las zonas torturadas. Para evitarlo, los dos hombres procedieron a aplicar el corta-sangre sobre las heridas.

Por fin, Juan y Tomás se dispusieron a reanudar la tortura. Tomás volvió a cambiar la posición de dos de las videocámaras con el fin de enfocar principalmente el pecho de Natalia.

Aprovechando la abierta postura de su víctima, amarrada a la silla ginecológica, los sádicos habían acordado violarla a la par que la torturaban y habían decidido establecer turnos sucesivos de alrededor de diez minutos.

Ahora le tocaba a Juan comenzar. Su pene se encontraba de nuevo en plena erección. Acercó un poco más la mesilla donde se encontraban los instrumentos de tortura para tenerlos al alcance de la mano y, sin miramientos, introdujo su miembro a través de la desprotegida vagina de la niña.

¡Uaaaaaahhhhhh......!

Natalia gritó de dolor al sentir el pene del hombre frotando las paredes vaginales irritadas a causa de la electricidad y rozando a su paso las heridas producidas por las agujas de los consoladores que la habían introducido por la mañana.

¡Bien bien! ¡Tienes la vagina muy dolorida! ¿verdad? - Susurró Juan a su desesperada víctima - ¡No sabes cuánto lo siento pero.... estoy deseando notar cómo se contrae tu delicioso coñito cuando te vaya clavando las agujas!

Juan cogió con los alicates una de las agujas y colocó su punta directamente sobre las resistencias. Cuando vió que la punta de la aguja se hallaba al rojo vivo, la sacó del infiernillo y, tras mostrársela a su horrorizada víctima, la dirigió lentamente hacia el seno derecho de la niña.

¡Noooooo......! ¡Por favor.......! ¡NOOOOOOO......! – Volvió a suplicar la desdichada mientras intentaba inútilmente apartarse.

Juan, disfrutando del momento, siguió acercando cada vez más la punta incandescente a parte inferior del seno de la niña, hasta que, por fin, la apoyó directamente sobre la piel.

¡UAAAAAAAGGGGGHHHHH.....!

De la garganta de la niña salió un grito de agonía aunque, Juan se había limitado a apoyar la aguja, sin llegar a clavarla realmente.

Juan separó de nuevo la aguja para ver el efecto que había producido. Sobre la piel del seno de Natalia había quedado tan sólo marcado un minúsculo punto rojo oscuro.

¿Te ha dolido mucho, putita? – la preguntó Juan sonriendo - ¡Pues sólo te he rozado con la aguja! ¡Ahora la vas a sentir de verdad!

Juan volvió a aproximar la aguja a la parte inferior del seno derecho de Natalia, unos dos centímetros por debajo del pezoncillo. Esta vez presionó con más fuerza, haciendo que la punta ardiendo penetrara unos milímetros en la delicada piel.

¡UAAAAAAAAAGGGGGHHHHH.....!

¡Hummmmmmm...cómo se le comprime el coñito a causa del dolor! – exclamó Juan encantado - ¡Esto es un placer de dioses!

Juan dejó clavada la aguja y se deleitó contemplando cómo la pobre Natalia quedaba retorciéndose bajo los efectos de la quemadura con todo su bello rostro totalmente contraído.

Juan esperó pacientemente a que su víctima se recuperara un poco, mientras su pene entraba y salía de la acogedora vagina de la pequeña. Cuando vió que los efectos de la primera aguja comenzaban a atenuarse un poco, Juan cogió con los alicates una segunda aguja ardiente y, de nuevo colocó su punta sobre las resistencias para acabar de ponerla al rojo.

Natalia, aún sufriendo por la primera quemadura, vió a su verdugo, sonriéndola sádicamente, sacar la segunda aguja y, de nuevo, dirigirla hacia su pecho.

¡NOOOOOO....!

¡UAAAAAAAAAAHHHHHH.....!

Juan fue clavando lentamente la punta de la aguja sobre la parte externa del pequeño seno, saboreando satisfecho las nuevas muestras de dolor de la desdichada.

Tomás, mientras tanto, saboreaba la crueldad de su compañero mientras se masturbaba frenéticamente, deseando que llegara su turno para poder él mismo violar y torturar a su bella prisionera.

Pasados unos minutos, Juan sacó del infiernillo una tercera aguja.

¡BASTAAAAAAA...... POR FAVOR....!

Esta vez, Juan la dirigió a la parte superior del seno.

¡UAAAAAAAAGGGGGGGHHHHH.......!

Tomás, a pesar que el turno de diez minutos se había alargado más de la cuenta, esperó para dejar que su amigo disfrutara con el renovado sufrimiento de Natalia.

Juan, extasiado contemplando las muestras de dolor de la pobre niña, mientras la seguía violando, parecía haber perdido la noción del tiempo.

Por fin, Tomás no pudo aguantar más la espera:

¡Bueno, Juan, me toca!

Juan, sin hacerse esperar, sacó su erecto pene de la vagina de Natalia y su lugar fue ocupado por Tomás, que volvió a penetrar sin contemplaciones la dolorida vagina de la pequeña.

Durante los diez minutos siguientes, Tomás repitió las mismas maniobras de su amigo, pero en el seno izquierdo de la pequeña. De nuevo, a Natalia no le quedó más remedio que sufrir las agónicas inserciones de otras tres ardientes agujas, mientras Tomás la violaba brutalmente.

Tras diez minutos largos, Tomás sacó su pene del cuerpo de la niña.

Natalia pidió al cielo que el suplicio hubiera terminado, pero pronto observó desesperada cómo de nuevo Juan se situaba delante de ella, su pene en plena erección.

¡Aquí estoy otra vez, preciosa! ¿Me has echado de menos? – exclamó mirando a su víctima sonriendo.

Esta vez Juan introdujo su miembro por el ano de la niña, también dolorido por la tortura de la mañana. De nuevo la desdichada gimió de dolor.

Juan esperó a que la punta de una nueva aguja estuviera al rojo y la volvió a dirigir al seno derecho de Natalia.

Juan fue clavando la aguja ardiente en la porción de carne justo por debajo del pezoncillo.

¡UAAAAAAAAAAAHHHHHHHH.....!

¡Hmmmmmmm! ¡Es delicioso sentir cómo se le contrae el culito por el dolor masajeándome la polla! – exclamó Juan encantado.

Cinco minutos más tarde, Juan procedió a clavar otra aguja en la parte externa del seno, justo al lado del pezón...

La pobre Natalia sufría y sufría sin cesar sintiendo el dolor insoportable de las quemaduras. Cuando los efectos lacerantes de una aguja comenzaban a decrecer un poco, una nueva aguja la volvía a sumír en una pavorosa agonía.

Juan clavó su tercera aguja, esta vez justo por encima del pezón...

Unos minutos después, de nuevo los sádicos permutaron sus posiciones. Tomás penetró de nuevo el ano de la desdichada y se dispuso a clavar nuevas agujas ardiendo en el seno izquierdo.

Tomás, al igual que su amigo, fue clavando otras tres agujas rodeando deliberadamente el pezoncillo: Por debajo, por el lado externo y por encima.

Por fin Natalia quedó con seis agujas clavadas en cada uno de sus pequeños senos. La pobre niña estaba exhausta después de minutos y minutos de pavorosos sufrimientos. Los sádicos decidieron dejarla descansar otro rato.

Juan y Tomás apagaron las videocámaras, se sirvieron otras cervezas y se las fueron tomando despacio. Luego, habida cuenta que la niña había perdido mucho líquido a través del sudor, la obligaron a a beber dos vasos de agua con reconstituyente.

Natalia estaba rezando para que sus verdugos dieran por acabada la tortura, la quitaran esas horribles agujas y la soltaran, pero los minutos pasaban y, por el momento, a los dos hombres no se les veía ninguna intención de liberarla. Según pasaba el tiempo, la niña volvió a sentirse cada vez más aterrorizada ante la probabilidad de que sus captores tuvieran la intención de seguir torturándola.

Pasados veinte minutos, las pocas esperanzas de la niña se diluyeron del todo, cuando vió a Juan aproximándose con la jeringuilla, presto a inyectarla otra dosis de la sustancia anti-desmayo que tan eficiente se había mostrado.

¡El descanso ha terminado! – exclamó Juan inyectando en el brazo de Natalia el contenido de la jeringulla.

¡Noooo..... por favor... no puedo más.... por favor.... basta...... por favor....!

Nuevos ríos de lágrimas comenzaron a deslizarse a lo largo de las mejillas de Natalia, mientras, de nuevo, suplicaba patéticamente a sus torturadores.

Los dos hombres la contemplaron divertidos durante unos instantes. Sólamente con verla tan indefensa y desesperada, sus penes se ponían en erección. Por fin, Tomás se encargó de informarla de lo que la esperaba a continuación:

¡Mira putita, a nosotros nos gusta terminar las cosas que empezamos. Estamos disfrutando de lo lindo clavándote las agujas en tus tetitas y ahora, como comprenderás, estamos deseando ver cómo reaccionas cuando te las clavemos directamente en tus preciosos pezones!

¡NOOOOOOO.......!

Juan y Tomás, parsimoniosamente, colocaron otro juego de agujas sobre el infiernillo. Los dos sádicos habían decidido que, primero, Tomás se encargaría de uno de los pezones y, luego, Juan se encargaría del otro.

Tomás esperó unos instantes para que las agujas se fueran calentando. Seguidamente, se situó delante de la niña y, de nuevo, procedió a penetrarla dolorosamente por la vagina.

Con los alicates cogió una de las agujas y mantuvo su punta en contacto con las resistencias hasta que quedó al rojo. Entonces dirigió la aguja hacia el seno izquierdo de la niña.

Tomás apoyó la punta incandescente directamente sobre la porción inferior del pezón.

¡UAAAAAAAAHHHHHH......!

Aunque Tomás no había llegado a clavar la aguja, el mero contacto del metal ardiendo sobre la delicada piel se hacía insportable.

Tomás levantó la aguja y, tras contemplar el rostro crispado de su víctima, volvió a apoyar la a punta de la aguja sobre la porción superior del pezón.

¡UAAAAAAAAAAAHHHH.......!

Tomás apoyó la aguja sobre la parte interna del pezón.....y luego sobre la parte externa, mientras la pobre niña seguía gritando agónicamente.

¡Vaya una niña más quejica! – exclamó Tomás disfrutando a tope con el sufrimiento de Natalia - ¡Qué forma de chillar y todavía no te la he llegado a clavar ni medio milímetro!

Tomás volvió a colocar la punta de la aguja sobre las resistencias del infiernillo durante unos instantes.

¡Bueno, putita, prepárate porque ahora ya vas a sentir la aguja clavándose en tu carne!

¡NOOOOO.... POR FAVOR................ NOOOOO.....!

Tomás cogió la punta del pezón entre el pulgar y el índice de su mano izquierda y tiró de él hasta formar un pequeño cono. Luego, con su mano izquierda, fue dirigiendo la aguja hacia la base inferior interna del pezón. La punta incandescente volvió a entrar en contacto con la piel pero, esta vez, no se detuvo ahí. Tomás siguió empujando y la aguja fue penetrando lentamente en la delicada carne.

¡UAAAAAAAAGGGGHHH...!

El grito de agonía de la pobre niña al sentir la aguja ardiendo clavándose en tan sensible porción de carne retumbó por toda la habitación.

Tomás siguió empujando hasta que pudo observar ensimismado cómo la punta de la aguja volvía a salir por la parte superior del pezón tras atravesarlo de lado a lado.

Durante los siguientes cuatro minutos, Tomás se deleitó con los gestos y los gritos de dolor de la pequeña mientras la violaba frenéticamente, disfrutando con las involuntarias contracciones vaginales de la niña a causa del espantoso sufrimiento.

Juan, también excitadísmo observando la tortura, decidió violar a Natalia por la boca hasta que le tocase intervenir. La colocó el anillo abre-boca y la penetró sin miramientos.

Tomás sacó otra aguja del infiernillo y de nuevo colocó su punta sobre las resistencias. Cuando la punta estaba al rojo, volvió estirar el pezón con dos dedos y clavó la aguja, esta vez en la parte inferior externa de la base del pezón.

¡MMMMMMMMMHHH......!

El nuevo alarido de Natalia quedó atenuado por el pene de Juan, que llenaba la boca de la desdichada.

De nuevo Tomás empujó sin piedad hasta atravesar de nuevo el pezoncillo. Las dos agujas quedaron clavadas en paralelo, de abajo a arriba a ambos lados de la punta del pezón...

¡Hmmmm, qué cosquilleo más agradable! – exclamó Juan encantado.

De nuevo Tomás esperó unos minutos hasta que los lacerantes efectos del ardiente metal bajaron un poco de intensidad. Entonces cogió una tercera aguja.

¡Prepárate putita, porque ésta te la voy a clavar justo en la punta del pezón! – exclamó Tomás con ojos crueles.

¡MMMMMNNNN......!

¡Creo que ha dicho: No.... por favor! – rió Juan.

Tomás cogió con una mano el pequeño seno de la niña y lo presionó por los lados para hacer sobresalir el pezón plenamente. Seguidamente, apoyó la punta de la aguja justo en el centro del pezón y comenzó a clavarla.

¡MMMMMMMHHHHHH......!

Tomás siguió empujando hasta introducir casi un centímetro de la aguja.

La pobre Natalia se convulsionaba todo lo que las ligaduras la permitían mientras sus ahogados gritos intentaban abrirse paso en el estrecho espacio que quedaba entre el anillo que mantenía su boca abierta y el pene de Juan.

Tomás, lleno de excitación y sintiendo la vagina de la niña masajeando su pene de una forma fascinante, necesitó hacer un gran esfuerzo para no llegar a eyacular pero, a duras penas, consiguió contenerse. Todavía quedaba mucha diversión por delante.

Al cabo de unos minutos, los hombres procedieron a turnarse. Ambos sacaron sus erectos penes del cuerpo de la niña, que permanecía totalmente crispada, llorando y gimiendo sin cesar.

Juan se colocó delante de Natalia.

¿Qué tal lo vas llevando, putita? – preguntó divertido mientras la acariciaba la mejilla llena de lágrimas- ¡Mi amigo me ha dado mucha envidia con lo que ha disfrutado clavándote las agujas en tu pezoncillo izquierdo. Así que, ahora, voy a imitarle.... clavándotelas en el derecho!

¡NOOOOOO.......! ¡BASTAAAAAAAAA......!

Gritó la pobre niña, con la voz grandemente distorsionada debido al anillo abre-boca.

Juan, deleitándose con la desesperación de Natalia, introdujo su pene en su conducto anal y sacó con los alicates una nueva aguja del infiernillo. Esta vez no necesitaba calentar la punta: Debido al largo tiempo que había permanecido en contacto con las resistencias, toda la aguja estaba casi al rojo.

¡Noooooo.....! ¡Por favor....! ¡Por favor....! ¡NOOOOOO.....!

¡Espera, Juan, que la voy a amordazar! – exclamó Tomás divertido.

Tomás se colocó en posición e introdujo su pene en la boca de Natalia hasta alcanzar la garganta de la desdichada.

Juan, disfrutando a tope, dirigió la humeante aguja hacia el pezóncillo....

Durante otros quince minutos interminables, la pobre Natalia tuvo de nuevo que sufrir las agónicas inserciones de las ardientes agujas en la sensible carne del pezón derecho, a la par que era violada anal y bucalmente.

Para gozo de los torturadores, los pezones de la niña quedaron atravesados por las agujas de la forma más cruel y sus pequeños senos convertidos en verdaderos alfileteros.

Entonces, de nuevo, los sádicos comenzaron a extraer de una en una las agujas, haciendo revivir los dolores de la desdichada.

Al igual que en las nalgas, pequeños hilillos de sangre brotaron de las zonas taladradas por lo que Juan y Tomás, otra vez, procedieron a aplicar el corta-sangre.

Por fin, los hombres decidieron hacer un nuevo alto en el suplicio y sacaron, sin descargar, sus penes de los orificios de la niña y la quitaron el anillo de la boca para dejarla relajar la mandíbula.

Seguidamente, dejaron a Natalia sóla, lloriqueando en la silla, y procedieron a tomarse unas nuevas cervezas.

De nuevo, la pobre niña quedó exhausta debido a los horribles sufrimientos padecidos. Pasado un rato, cuando su mente consiguió empezar de nuevo a funcionar, comenzó otra vez a rezar pidiendo al cielo con todas sus fuerzas que la tortura hubiera finalizado, aunque sabía que era mal indicio que sus captores aún no la hubieran desatado.

Al cabo de veinte minutos, los dos monstruos volvieron a acercarse a ella. Lo primero de todo, la obligaron a beber dos vasos de agua con reconstituyente.

Natalia miró a los hombres con ojos interrogantes, anhelando el momento en que la liberaran de la horrible silla. Pero pronto, las crueles palabras de Juan la iban a sumir en la mayor desesperación:

¿Has recuperado fuerzas, putita? ¡Pues las vas a necesitar: Mi amigo y yo hemos decidido que, ahora, vamos a seguir divirtiéndonos clavándote las agujas en zonas de tu cuerpo aún más sensibles!

¡NOOOOOOOO......!

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