EN PODER DE LOS SÁDICOS

BY JOSEMMM

[ part 10 ]

Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía. Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absolutamente odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad.

Tras la doble violación, aprovechándo la abierta posición en que Natalia se encontraba atada, Juan y Tomás procedieron a limpiar y a desinfectar las heridas de la entrepierna y las nalgas de la niña. Posteriormente Natalia fue desatada, conducida a su celda y encerrada. Los dos hombres salieron del sótano y, al poco tiempo, volvieron con la cena. La niña no tenía ninguna gana de comer pero, bajo amenazas, ingirió todo lo que la trajeron. Asímismo fue obligada a beber en cantidad con el fin de que repusiera líquido y de que engullera toda la parafernalia de reconstituyentes, antibióticos y somnífero. Por fin, Natalia quedó profundamente dormida, para satisfacción de los sádicos, que deseaban que su víctima repusiera energías para el día siguiente.

Miércoles 14 De Octubre

Gracias al somnífero, Natalia pudo dormirï3ÆN,\amente toda la noche. Cuando los hombres la despertaron, la primera idea que tuvo la inocente niña es que, por fin, ese era el día en que llegaba el dinero de su rescate.

Con esa esperanza desayunó, se dejó curar las heridas y fue al cuarto de baño. Se sintió un poco decepcionada por el hecho de que los hombres no la hubieran dado su ropa para vestirse después de la ducha, en vez de la bata de todos los días. Eso podría representar un mal indicio. Por todos los medios intentó ser optimista.

Por fin, de regreso en el sótano, en posición de espera, esperó rezando que sus captores la dieran las anheladas noticias.

Juan y Tomás habían estado pensando la forma de seguir engañando a su prisionera para que no se viniera abajo del todo. Fue Juan el que se encargó de mentirla:

¡Hemos hablado con tus padres. A última hora ha habido un pequeño problema con el dinero. El banco ha dicho que necesita un aval para concederlo y tus padres no lo tenían preparado. Vamos a tener que esperar todavía un poco hasta que todo esté arreglado. Pero hay que mirar el lado positivo: De esta manera, mi amigo y yo podremos divertirnos contigo algún día más!

Natalia no estaba preparada para recibir esta horrible noticia. No entendía bien lo que la habían dicho en relación con el banco, pero lo que sí la quedaba claro es que tendría que permanecer en manos de sus secuestradores por lo menos un día más. La pobre niña, hundida, se dejó caer al suelo y se acurrucó llorando amargamente.

Sesión de la Mañana

Natalia fue levantada del suelo, despojada de la bata y arrastrada hasta el lugar donde iba a ser torturada. En el centro se encontraba la estructura metálica que ya habían utilizado, esta vez, con la barra horizontal ajustada a dos metros de altura.

Mientras Tomás sujetaba a la pequeña, Juan se encargó de instalar los focos y las videocámaras alrededor del escenario.

Seguidamente, los dos hombres se dedicaron a atar a Natalia como tenían planeado: Los brazos en forma de uve, atados por las muñecas a la barra horizontal superior. Las piernas, separadas, en forma de uve invertida, atadas por los tobillos a las barras laterales. El cuerpo desnudo de la chiquilla quedó formando una X.

Los hombres contemplaron satisfechos las estilizadas formas de Natalia, realzadas en la posición en la que se encontraba atada. Los dos hombres habían pensado que era la postura más voluptuosa para deleitarse viéndola retorcerse literalmente de dolor con lo que tenían pensado hacerla a continuación.

La expresión del rostro de la pequeña reflejaba claramente el pavor absoluto que la invadía. Amargas lágrimas resbalaban a lo largo de sus mejillas y goteaban sobre su pecho.

Juan y Tomás, ya con sus penes en plena erección, no pudieron resistir la tentación de manosear a gusto durante unos minutos la delicada piel que se les ofrecía.

Por fin, después de que Juan procediera a inyectar en el brazo de Natalia la sustancia anti-desmayos, los dos sádicos se dispusieron a comenzar a hacer sufrir a su víctima.

Esa mañana, habían decidido por fin utilizar la máquina de tortura eléctrica y estaban deseando empezar la sesión.

Natalia siguió con la vista a los hombres y vió primeramente cómo Juan colocaba una mesilla delante de ella. Luego, cómo Tomás sacaba del armario un extraño utensilio de color negro y forma rectangular y lo depositaba encima de la mesilla.

Hace unas semanas, los hombres estuvieron dudando si adquirir el aparato debido a su altísimo precio. En este momento, estaban contentísimos de haberse decidido a comprarlo.

A diferencia de otros tipos de dispositivos eléctricos que podían servir para dar placer, esta máquina sólo podía utilizarse con el fin de causar extremo dolor, pero con la ventaja de que estaba calibrada de manera que, no pusiera en ningún riesgo la salud de una persona sana y que no dañara en exceso las zonas torturadas.

El aparato tenía una ruedecilla con tres posiciones. En la primera, la máquina suministraba descargas bajas aunque, desde luego, sumamente desagradables. En la segunda, ya proporcionaba descargas extremadamente dolorosas y, en la tercera, descargas absolutamente insufribles para un ser humano. Justo lo que los sádicos deseaban.

La máquina tenía seis salidas, cada una de ellas con un cable acabado en una pinza. Cada una de las salidas tenía un interruptor independiente con el fin de mantenerla abierta o cerrada. Por último, un interruptor más grande era el encargado de poner la corriente en marcha a través de las salidas seleccionadas.

Mientras Tomás enchufaba la máquina con ayuda de un alargador, Juan se encargó de informar a la aterrada víctima acerca de lo que la esperaba.

¿Has visto qué juguetito? ¡Nos ha costado mucho dinero pero, ahora, vamos a encargarnos de que haya valido la pena haberlo comprado. Sirve para emitir descargas eléctricas. Supongo que ya te imaginarás que su objetivo es, justamente, hacer sufrir horriblemente. Y, por supuesto, tú vas a ser la que lo vas a probar en tu preciosa piel... para nuestra diversión! ¡Qué injusta es la vida! ¿verdad putita?

Natalia horrorizada, se limitó a esperar como cordero en el matadero. Sabía que de nada la valdría suplicar. En la mirada cruel de esos hombres sólo había perversidad y deseos de hacerla daño. Como en cámara lenta, la pobre niña vió como cada uno de los hombres cogía sonriente uno de los cables y dirigía la pinza del extremo hacia uno de sus senos.

Cuando las pinzas fueron colocadas sobre la punta de sus pezones, lo primero que sintió Natalia, con cierto alivio, era que esas pinzas dolían bastante menos que las otras con las que la habían torturado. Desde luego, producían una sensación desagradable, pero ni mucho menos tan dolorosa como en las otras ocasiones. El alivio desapareció cuando la niña volvió a centrarse en la amenazadora presencia de la máquina que tenía enfrente.

Tomás, sonriente se sentó junto al aparato. Los hombres habían acordado que él sería quien empezara a manejarlo.

¿Bueno, preciosa, estás preparada para comenzar a sentir la electricidad corriendo por tu carne? – exclamó Tomás mientras comprobaba que la ruedecilla de la máquina se encontraba en la primera posición.

Seguidamente, Tomás abrió los dos interruptores que permitían la salida de la electricidad por los dos cables conectados a los senos de la niña.

Los dos sádicos observaron divertidos el rostro compungido de Natalia, en angustiada anticipación de lo que pudiera sentir.

Tomás, disfrutando a tope del momento, puso su dedo índice en el interruptor general. En el momento que lo pulsara, la descarga eléctrica llegaría directamente a los pezones de la niña.

Contemplando a su víctima para no perderse ni un detalle de su reacción, Tomás pulsó el interruptor.

¡Aaaaaaaaa.....!

Natalia gritó de dolor al recibir la punzante descarga, sintiendo como si los pezones se retorcieran sobre sí mismos.

Los sádicos observaron satisfechos como el cuerpo de la niña se tensionaba bajo la horrorosa sensación.

Tomás sólo dejó pasar la corriente durante cinco segundos. Al cerrar el interruptor, los sádicos observaron divertidos la patética expresión de la niña. Ahora ya había conocido los lacerantes efectos de la electricidad y la pequeña sabía que la esperaba un verdadero infierno. La desdichada se echó a llorar desconsoladamente.

Juan se acercó a Natalia sonriendo.

¿Qué te ha parecido la primera descarga eléctrica, putita?

La pobre niña redobló sus lloros sin contestar.

¡Qué mal educada es esta estúpida niña! – exclamó Juan- ¡Por no contestar se ha ganado una nueva descarga. Cuando quieras, Tomás!

¡Nooooooo....!

Tomás volvió a abrir el interruptor.

¡Uaaaaaaahhhhhh.....!

Esta vez, Tomás mantuvo la corriente durante diez segundos.

Cuando Tomás cerró la corriente, Natalia quedó gimiendo y llorando entrecortadamente.

Juan volvió a preguntar: ¿Vas a contestar esta vez, puta? ¡Queremos que nos cuentes lo que sientes cuando llega la electricidad a tus preciosas tetitas!

Natalia, sobrecogida por el miedo, se tuvo que esforzar para dar una respuesta:

¡Duele... duele mucho..... por favor... por favor, no la pongan más.....!

Los dos sádicos se echaron a reir.

¡Así que te parece que duele mucho! - exclamó Tomás- ¡Mira, putita, esta máquina puede emitir tres intensidades de corriente. La que te hemos puesto sólo es la de intensidad mínima. Imagina lo que vas a sentir cuando te pongamos la de intensidad media...y ya no digamos cuando te pongamos la de intensidad alta!

Natalia redobló sus lloros ante la espantosa noticia. Si la descarga mínima ya la producía un intenso dolor, no quería ni imaginar lo que sentiría con una descarga aún más alta.

¡Pero, tranquila, que tenemos toda la mañana para jugar! – añadió Juan - ¡Todo el camino lo iremos andando poco a poco. Ten por seguro que vas a a a tener oportunidad de sufrir adecuadamente en cada uno de los pasos!

Natalia escuchó con desesperación las palabras de sus torturadores. No la cabía ninguna duda de que lo que la decían, por desgracia para ella, era lo que iba a ocurrir. Estaba totalmente en manos de esos degenerados. Sólo la quedó pedir ayuda al cielo...aunque de poco la iba a servir.

Bueno, preciosa, ¿estás preparada para la siguiente descarga? – preguntó Tomás sonriendo - ¡De momento vamos a seguir en el nivel bajo. Pero esta vez te vamos a mantener la corriente durante 20 segundos!

Tomás abrió el interruptor.

¡Uaaaaaaaahhhhh...!

De nuevo todo el cuerpo de Natalia se crispó mientras de su boca salía un lastimero chillido.

Los dos sádicos se deleitaron contemplando el sufrimiento de la niña. A la desdichada, los 20 segundos se le hicieron eternos.

Tomás volvió a cerrar el interruptor.

De nuevo Natalia quedó respirando agitadamente y lloriqueando.

El descanso duró poco tiempo. Pronto, de nuevo retumbaron las palabras de Tomás:

¡Bueno! ¿preparada para aguantar la descarga durante 40 segundos?

¡Noooooo....! ¡Bastaaa aa.... por favor....!

Tomás, disfrutando a tope, volvió a abrir el interruptor.

¡Uaaaaaaaahhhhh...!

La pobre niña no tuvo más remedio que soportar la nueva descarga.

¡Bien, bien! – exclamó Juan - ¡Nos estás dando un excitante espectáculo con tus muestras de dolor! ¿Subimos un poco más el tiempo de descarga, Tomás?

¿Te parece bien un minuto? – contestó Tomás sonriendo y observando complacido la agónica expresión de Natalia.

Tomás abrió el interruptor. Se levantó de la silla y se aproximó a Natalia para, al igual que hacía Juan, contemplar desde cerca su sufrimiento. Los dos sádicos se extasiaron ante la visión del precioso cuerpo infantil de la niña totalmente tensionado y su bello rostro totalmente crispado por el dolor. Tan ensimismados estaban que dejaron que el minuto pasara largamente antes de volver a cortar la electricidad.

Natalia dejó caer su cabeza sobre el pecho, mientras gemía sin cesar.

Juan se acercó sonriente a Natalia:

¡Pobrecita nuestra amiguita! ¿No lo estás llevando muy bien que se diga, verdad? ¡Pues esto ha sido tan sólo el aperitivo. Ahora tu situación va a ir empeorando realmente!

Esta vez fue Juan el que se sentó frente a la máquina. Sus dedos se dirigieron a la ruedecilla para ponerla en la segunda posición.

¡Bueno, putita, ahora vas a empezar a probar las descargas del nivel medio. Prepárate porque esta vez te va a doler bastante más!

¡Nooooo... por favor..... nooooo....!

Juan abrió el interruptor.

¡Uaaaaaaagggggggghhhh...!

Los dos sádicos se extasiaron ante la respuesta de Natalia. La pobre niña se puso de puntillas, con todos sus músculos agarrotados. Sus bellos ojos azules parecían que se le iban a salir de las órbitas en una mueca de pura agonía. Su chillido lastimero retumbó por todo el sótano. Nada de lo que sus torturadores la habían hecho hasta ahora se podía comparar al penetrante efecto doloroso de esa horrible descarga.

Tras diez segundos demoledores, Juan cortó la corriente.

¡Qué gran espectáculo! – exclamó Tomás satisfecho.

¡Desde luego! – contestó Juan - ¡Lo que la debe de doler a la pobre! ¿Qué tal si la conectamos otros dos cables en el coñito?

Natalia se recuperó de la descarga a tiempo para ver cómo Tomás desenrollaba otros dos cables y se inclinaba entre sus piernas abiertas. La pequeña, horrorizada, notó los dedos del hombre manipulando los pliegues de su pubis hasta colocar las dos pinzas aprisionando sus labios mayores.

¡Ahora va a danzar aún mejor! – exclamó Tomás, lleno de excitación.

¿Pasamos a veinte segundos? – preguntó Juan sonriendo sádicamente.

¡Noooooo...... por favor....!

Juan abrió el interruptor.

¡Uaaaaaaagggggggghhhh...!

La pobre niña se retorció literalmente bajo los efectos de la corriente entrando devastadoramente a través de la sensible carne de sus pezones y sus labios sexuales.

Los dos hombres disfrutaron a tope, mientras se masturbaban frenéticamente, del cruel espectáculo.

Juan volvió a cortar el interruptor. Sólo habían pasado veinte segundos, pero a la pobre niña se le habían hecho una verdadera eternidad. Juan y Tomás se dieron cuenta de que Natalia estaba sudando mucho más que en sesiones anteriores. La fina capa de sudor que la envolvía hacía que su precioso cuerpo desnudo brillara bajo las luces de los focos ante la mirada apreciativa de los hombres.

Cuando se repuso un poco, miró a sus torturadores con ojos suplicantes.

¡Por favor... no soporto más... por favor....!

Los hombres la miraron divertidos. Era una gozada contemplar a su víctima tan rota tan desesperada, sabiendo que sus súplicas eran totalmente en vano, sabiendo que estaba en manos de dos pervertidos que lo que más deseaban era, justamente, hacerla sufrir, cuanto más mejor.

¡Por supuesto que sí lo vas a soportar, preciosa!- contestó cruelmente Tomás. ¡Esto y mucho más. Ya lo verás. Vamos a hacer que sufras hasta límites que te parecerán imposibles!

Los dos hombres se regocijaron con la miseria de la indefensa niña, que lloraba desconsoladamente.

¡Bueno, se acabaron las tonterías! – dijo Juan. ¡Prepárate, putita, porque ahora te toca una descarga de cuarenta segundos!

¡Nooooooooo.......!

Juan volvió a pulsar el interruptor y, de nuevo, los sádicos disfrutaron contemplando cada una de las muestras de sufrimiento de la pequeña.

Cuando Juan volvió a cerrar el interruptor, las piernas de la pobre niña casi no podían mantener su peso y permanecía medio colgada por las ataduras de sus muñecas. Todo su cuerpo estaba recubierto de sudor, la cabeza caída sobre el pecho, respirando entrecortadamente, las lágrimas goteando hasta el suelo.

Los hombres se acercaron. Tomás la cogió por el cabello y la levantó la cabeza para deleitarse con la torturada expresión de su víctima.

¿Es que ya no nos vas a suplicar que paremos, puta?

Natalia miró en silencio a Tomás, esperando una mínima posibilidad de que su tormento se detuviese.

¡Vamos, suplícanos que a lo mejor nos convences!

¡Por favor.... no me hagan sufrir más..... por favor.....! – balbuceó la desdichada.

¡Petición denegada! – gritó Juan sonriendo. ¿Estás preparada para 60 segundos en el infierno?

¡Nooooooo.... por favor.... noooooo....!

Juan volvió a abrir el interruptor. De nuevo los sádicos se extasiaron observando, mientras se masturbaban, la patética danza de la chiquilla.

¡Uaaaaaaaggggggghhhhhh......!

Tras un minuto largo, Juan cerró el interruptor. La pobre Natalia estaba verdaderamente exhausta por el terrible sufrimiento.

Los hombres estaban excitadísmos y decidieron violar durante un rato a la niña. La quitaron las pinzas, comprobando safisfechos que los pezones, a pesar de la tortura, estaban en buen estado. Luego desataron sus tobillos, aunque dejaron sus muñecas atadas a la barra superior. Entre los dos la levantaron del suelo para permitir que Juan, desde delante, introdujera, sin contemplaciones, su erecto pene por la vagina. Una vez dentro, Juan separó las nalgas de la niña para que Tomás, desde detrás, la penetrara por el ano.

Durante un buen rato, la violaron brutalmente, diciéndola las mayores barbaridades mientras la pellizcaban y la retorcían porciones de su piel, hasta hacerla gritar.

Por fin, sacaron sus penes sin descargar.

Juan y Tomás trajeron una jarra de zumo con estimulante y dieron a Natalia a beber, uno tras otro, tres vasos llenos con el fin de reponer el líquido perdido por el sudor. La niña, sedienta, no necesitó que la insistieran para beberlos.

Natalia pidió al cielo que la sesión hubiera terminado. Pero vió como los hombres volvían a anudar las cuerdas a sus tobillos, separaraban sus piernas y las ataban de nuevo a las barras laterales.

¿Has descansado con la follada putita? – preguntó Juan - ¡Espero que sí porque es hora de que vuelvas a sufrir!

¡No... por favor.....! – suplicó, mientras lloriqueaba, la pobre niña.

Natalia vió desesperada cómo los hombres volvían a colocarla las pinzas sobre los pezones y los labios mayores de su sexo.

¡Seguro que te ha parecido horroroso lo que te hemos hecho hasta ahora, pero en realidad no ha sido nada en comparación a lo que aún te espera! – la dijo Tomás sonriendo malignamente- ¡De momento, prepárate porque, ahora, te vamos a poner la electricidad en intensidad alta!

¡NOOOOOO......!

De nuevo fue Tomás el que se colocó frente a la máquina y giró la ruedecilla hasta la tercera posición. Colocó su dedo sobre el interruptor y levantó la cabeza para poder contemplar la reacción de su víctima. Natalia, horrorizada, meneaba la cabeza hacia los lados.

Tomás abrió el interruptor....

¡UAAAAAGGGGGGGHHHHH......!

Los dos sádicos se extasiaron contemplando como Natalia daba una tremenda sacudida y comenzaba a convulsionarse con todo su cuerpo en tensión mientras de su boca salía un indescifrable grito de agonía.

Tras diez segundos, Tomás cerró el interruptor.

Natalia jadeando entrecortadamente, mostraba a la perfección con la patética expresión de su rostro el insoportable dolor que había tenido que sufrir durante esos diez horribles segundos.

La desdichada, totalmente rota, volvió a dirigirse a sus torturadores.

¡Por favor.... no puedo soportar más.... por favor... por favor... basta....!

La forma de suplicar, totalmente conmovedora, hubiera enternecido a cualquiera... a cualquiera excepto a aquellos hombres ávidos de sadismo.

¡Lo siento, putita, pero me temo que vas a tener que seguir sufriendo! – la dijo Juan mientras la besaba suavemente en la mejilla - ¿Vamos con 20 segundos, Tomás?

¡NOOOOOO......!

¡UAAAAAAAAGGGGGGGGHHHHH......!

De nuevo Natalia tuvo que soportar durante 20 eternos segundos la devastadora descarga, para gozo de sus torturadores.

Tras unos breves instantes de descanso, los hombres subieron el tiempo de descarga a 40 segundos, deleitándose contemplando, mientras se masturbaban, la danza de insufrible dolor de la pobre niña.

Pasados los 40 segundos, Tomás cerró el interrruptor.

Juan volvió a dirigirse a la sufriente Natalia.

¿Harías cualquier cosa con tal de detener el dolor, verdad putita? ¿Nos chuparías la polla y nos lamerías el culo de buen grado a cambio de que parásemos la tortura? ¡Contesta, puta! – la apremió mientras la retorcía la carne de uno de los pequeños senos.

La pobre niña asintió con la cabeza. Por mucho que la horripilara cualquiera de esas acciones, sin duda era mejor que sufrir esas terribles descargas.

¡Tengo una idea, Tomas! – prosiguió Juan - ¿Sabes, en este momento tengo ganas de cagar. Me pregunto si nuestra amiguita estaría dispuesta a comer mi mierda a cambio de que paremos la tortura. ¿Qué contestas, preciosa?

Tomás asumió divertido la propuesta de su amigo. Sabía que, en cualquier caso, iban a seguir torturando a su indefensa víctima conforme al programa planeado, pero el hecho de obligar a la niña a comer mierda le parecía una idea interesante.

Natalia estaba bloqueada ante la nueva encrucijada a la que la sometían esos desalmados. No se creía capaz de comer la mierda pero, desde luego, tenía que intentar lo que fuera con tal de detener las descargas.

¿Bueno, cual es tu respuesta?– volvió a demandar Juan - ¿Te comprometes a comer mi cagada si dejamos de torturarte?

La pobre niña no tuvo más remedio que asentir con la cabeza.

Los siguientes minutos resultaron auténticamente mortificantes para la desdichada.

Juan trajo una bandeja, se la puso entre las piernas y procedió a defecar sobre ella.

¡Uff, qué peste! ¡Tu caca huele verdaderamente fatal! – exclamó Tomás, aunque en el fondo estaba satisfecho, pues imaginaba el suplicio que sería para la niña tener que comer esa apestosa mierda.

¡Bueno! - exclamó Juan al terminar- ¡lo primero que vas a tener que hacer es limpiarme el culo con la lengua!

Tomás, divertidísimo, ajustó una de las videocámaras para recoger la asquerosa escena en primer plano.

Juan colocó dos sillas delante de Natalia y se subió a ellas con el fin de que su trasero quedara justo delante del rostro de la niña. La pequeña apartó instintivamente la cabeza.

¡Vamos! – gritó Juan separándose con las manos las nalgas para mostrar a su prisionera el manchado y maloliente orificio - ¡Comienza a lamer!

A Natalia se le revolvieron las tripas sólo de pensarlo. Se sentía absolutamente incapaz de realizar semejante cochinada.

¡Voy a darla un recordatorio! – exclamó Tomás.

Tomás abrió el interruptor de la corriente.

¡UAAAAAAAAAHHHHHHHHHH....!

Sólo fueron cinco segundos, pero suficientes.

Cuando se recuperó de la descarga, Natalia comprendió que no tenía otra alternativa que plegarse a las perversas órdenes de ese monstruo. Llorando amargamente y asqueada hasta la médula, posó tímidamente su dulce lengua sobre la parte menos manchada de los exteriores del ano de Juan. Inmediatamente escupió incapaz de soportar la repugnancia.

¡No, no, no...! – exclamó disgustado Tomás. ¡Después de recoger con la lengua los restos de mierda de mi amigo tienes que tragártelos! ¿Entendido, puta?

Natalia redobló sus lloros. La capacidad de esos monstruos para someterla a cosas horribles no tenía límites.

¡Dala otro recordatorio para que lo entienda! – dijo Juan.

¡Nooooo.........!

Tomás abrió el interruptor sólo dos segundos. Suficientes para hacer saltar en agonía a la niña.

¡Vamos, empieza a lamer y más te vale que, al final, mi culo quede totalmente limpio!

Natalia, colmada de asco, volvió a comenzar la penosa tarea. Esta vez, haciendo un esfuerzo supremo, después de pasar la lengua sobre las manchas de mierda, la introdujo dentro de la boca. Tomás, que se había acercado para contemplar de cerca el nuevo suplicio de la niña, disfrutó a tope con la expresión de asco total reflejada en el rostro de su prisionera.

¡Juan, te va a encantar cuando veas en el video la cara que pone nuestra amiguita!

La penosa tarea duró un largo rato. Poco a poco, entre contínuas arcadas, odiando al máximo cada segundo, Natalia fue limpiando con su lengua los restos de excremento adheridos al ano de Juan, mientras el hombre disfrutaba notando la dulce lengua y sabiendo el horrible rato que debía estar pasando la pobre niña.

Los dos sádicos obligaron a Natalia a limpiar a fondo todo el ano e incluso a introducir su lengua dentro del orificio.

Por fin, Juan se bajó de la silla satisfecho.

Tomás salió a por una cuchara. Al regresar, la dejó en la bandeja donde había depositado sus excrementos.

¡Bueno, putita, después del aperitivo viene la comida principal! – exclamó Juan, cogiendo la bandeja y mostrando a Natalia su contenido.

La pobre niña lo contempló llena de repugnancia. Los excrementos eran más bien blandos, de color marrón muy oscuro y de olor pestilente. Nuevas lágrimas se deslizaron por las mejillas de la niña ante la espantosa perspectiva de tener que comer esa asquerosidad.

Juan, sonriendo, cogió con la cuchara un trozo de excremento y, parsimoniosamente, lo puso delante de la boca de Natalia.

¡Vamos, abre la boquita, preciosa...!

Los dos sádicos observaron satisfechos la angustiada expresión de su víctima, degustando su turbación ante el asco absoluto sin límites que la invadía.

Los segundos pasaron y Natalia era incapaz de abrir la boca, pero ante el amago de Tomás de volver a pulsar el interruptor de la corriente eléctrica, la pobre niña, al fin, obedeció.

Juan procedió a introducir la cuchara y a volcar el contenido dentro de la boca de la niña.

Natalia, al sentir el trozo de excremento sobre su paladar, dibujó un gesto de repugnancia absoluta, pero, con enormes esfuerzos, evitó escupirlo, manteniendo eso sí su boca abierta.

¡Cierra la boca y trágalo! –ordenó Juan sádicamente.

Los sádicos se deleitaron con la patética mueca de la niña al obedecer la pervertida órden. Nada más tragarlo, Natalia se convulsionó con una profunda arcada de asco absoluto.

Juan ya estaba cogiendo con la cuchara el siguiente trozo.

Cuando Natalia, tras improbos esfuerzos, había conseguido engullir ya tres trozos de excremento, Juan concibió una nueva crueldad.

¡Ahora quiero que, antes de tragar la mierda, la mastiques bien! ¿Has entendido?

Los sádicos contemplaron, mientras se masturbaban, la mueca de absoluta repulsión de la niña al masticar el trozo de pestilente excremento. Nuevas arcadas sacudieron a la desdichada, mientras la lágrimas seguían brotando de sus ojos.

Cuando, por fin, Natalia consiguió engullir el pedazo de excremento, Juan la dio un nuevo trozo, esta vez bastante mayor que los anteriores.

¡Vamos, puta, que ya sólo te queda por comer la mitad de la mierda!

Natalia proseguía penosamente su tarea de masticar y tragar cuando, de repente, tuvo una fuerte convulsión y vomitó de un golpe todo lo que había engullido hasta ese momento.

Juan y Tomás se dieron por satisfechos. Ese pequeño intervalo había venido bien para dejar que su víctima descansara un poco de la tortura física. Ahora ya se encontraba en condiciones de poder seguir sufriendo.

Pero antes había que asear un poco a la pequeña. Se habían divertido mucho viéndola comer la mierda pero, ahora, deseaban que estuviese otra vez limpia.

En primer lugar, los hombres limpiaron los restos de vómito que habían caído sobre el cuerpo de Natalia. A continuación, la desataron, la pusieron delante de una palancana y la dieron un vaso, un cepillo y pasta de dientes para que se lavara la boca.

Mientras tanto, Tomás salió para coger una fregona y limpió los restos vomitados por la niña, que habían quedado esparcidos por el suelo.

Cuando vió que la desataban, Natalia respiró aliviada pensando que la sesión de electricidad había terminado. Pero cuando terminó de lavarse la boca, las palabras de Tomás iban a resonar absolutamente demoledoras:

¡Bueno, estúpida, te hemos dado otra oportunidad de dejar de sufrir y la has desaprovechado!

¡Nooo....! – protestó Natalia horrorizada - ¡Yo.... yo... he comido la.... la mierda.... por favor...!

Juan agarró a la pequeña mientras la susurraba sádicamente:

¡El trato era que tenías que comerte toda mi mierda y sólo te has comido la mitad, así que siento decirte que no lo has cumplido y, por consiguiente, te vamos a seguir torturando!

¡NOOOOOOOO...........!

Natalia, sintiéndose de nuevo traicionada por esos desalmados, vió con terror cómo Tomás venía empujando la silla ginecológica y la colocaba en mitad del escenario.

Entre los dos hombres subieron a Natalia a la silla y la amarraron, mientras la pobre niña gritaba y lloraba desconsoladamente.

Una vez atada sólidamente, Tomás cambió el enfoque de las videocámaras mientras Juan iba al armario y volvía con un estuche, complemento de la máquina eléctrica.

¡Mira qué juguetitos! – dijo Juan abriendo el estuche y mostrando su contenido: Una colección de consoladores de distinto tamaño, todos ellos metálicos - ¿Sabes para qué valen? ¡Te los vamos a meter por tus preciosos orificios y, luego, te vamos a mandar, a través de ellos, corrientes eléctricas. Como te puedes imaginar, te va a doler horrorosamente!

¡NOOOOOOOOOO......!

Juan sacó uno de los consoladores y lo colocó delante de los ojos de Natalia para que lo pudiera ver bien. Estaba recubierto de pequeños orificios. Uno de sus extremos era redondeado, con el fin de facilitar su penetración en el orificio. El otro extremo era plano y, sobre él, había un botón y una arandela. Juan se encargó de explicar a su aterrada víctima las funciones del utensilio:

¿Ves esta arandela? ¡Sirve para, una vez que el consolador esté dentro de tu cuerpo, conectar sobre ella la pinza de los cables eléctricos!..... ¿Y ves este botón? ¡Vas a ver lo que pasa cuando se pulsa....!

Juan pulsó el botón e, inmediatamente, impulsadas por un mecanismo interno, salieron por los orificios unas finas agujas de 5 mm. de longitud.

Natalia no pudo evitar un grito de terror al ver salir las afiladas agujas. Cada minuto que pasaba el infierno en el que se encontraba se le hacía más y más pavoroso.

Juan y Tomás contemplaron satisfechos el rostro horripilado de la niña. Estaba claro que había comprendido el espantoso calvario que la esperaba. No obstante, por si acaso, Juan se encargó de terminar de aclarar la situación de manera brutal:

¡Estas agujas se clavarán en tu vagina y tu culito y servirán para mantener los consoladores incrustados bien dentro de tus orificios mientras te enviamos las descargas eléctricas!

Juan trajo la jeringuilla e inyectó una nueva dosis de la sustancia anti-desmayos.

¡Lo siento, putita, pero la vas a necesitar para mantenerte consciente. Seguro que nos vas a ofrecer un espectáculo verdaderamente excitante!

Durante unos instantes, los dos sádicos observaron satisfechos a su indefensa víctima, que lloraba invadida por la más absoluta desesperación.

Por fin, Tomás cogió uno de los consoladores y, sonriendo, se inclinó entre la piernas abiertas de Natalia. La niña, instintivamente, intentó cerrarlas, pero estaban bien sujetas y no pudo moverlas ni un milímetro.

Tomás, sonriendo sádicamente, dirigió el extremo del consolador a la desprotegida vagina de la pequeña y empujó para irse abriendo paso por el orificio. El hombre siguió empujando hasta alcanzar el fondo vaginal. Seguidamente, mientras mantenía sujeto con una mano el extremo saliente del consolador, posó el dedo índice de la otra mano encima del botón.

¿Estás preparada para sentir las agujas, putita?

NOOOOO......POR FAVOR....!

¡Una.... dos... y.... tres!

Tomás pulsó el botón.

¡UAAAAAAAGGGGHHHHH....!

Natalia gritó en agonía sintiendo la afiladas agujas clavándose inexorablemente en los sensibles tejidos de las paredes vaginales.

Los sádicos se deleitaron observando las muestras de dolor de la niña.

Juan cogió otro consolador, un poco más fino y se lo enseñó a Natalia.

¡Este es el que te vamos a meter por tu precioso culito!

Juan se inclinó ante su aterrada víctima y, sin miramientos, introdujo el consolador por el conducto anal de la desdichada. Juan empujó hasta que sólo sobresalía el extremo plano del utensilio. Entonces, mirando la expresión de Natalia, apretó el botón.

¡UAAAAAAAAAHHHHHHH.....!

De nuevo de la garganta de Natalia salió un grito de agonía al sentir las agujas taladrando el esfinter y las paredes del orificio.

Los dos hombres pusieron a prueba el agarre de los consoladores tirando de los extremos y comprobando complacidos que las agujas se habían clavado satisfactoriamente en la carne.

¡UAAAAAAAHHHHHHHHH....!

Unas pequeñas gotas de sangre brotaron de los orificios torturados.

¡Creo que ya podemos conectar los cables! – Exclamó Juan.

Los dos hombres procedieron a colocar las pinzas de los cables sobre las arandelas que sobresalían del extremo visible de los consoladores.

A continuación, desenrollaron otros tres cables de la máquina y, sucesivamente, fueron colocando sus pinzas sobre los labios menores y sobre el clítoris de la chiquilla.

Aún quedaba un cable disponible. Tomás cogió una fina y alargada varilla metálica. Con una mano separó los labios sexuales de Natalia y con la otra, poco a poco, fue introduciendo la varilla por el canal de la uretra de la niña, hacíendola gemir de dolor. Juan ya estaba preparado con la última pinza, que colocó en la parte saliente de la varilla.

¡Bueno, putita, los preparativos han acabado! – exclamó Juan, sonriendo cruelmente – ¿Estás preparada para sufrir?

Natalia dolorida y aterrada hasta el paroxismo, obsequió sin querer a sus torturadores con un gozoso show al comenzar todo su cuerpo a temblar incontrolablemente.

¡Es delicioso verla temblar así! – exclamó Juan - ¡Y eso que todavía no la hemos puesto la electricidad!

Los sádicos habían acordado que Juan comenzaría manejando los mandos de la máquina durante media hora. Luego, tras dejar descansar un rato a Natalia, Tomás pasaría a manejarlos durante otra media hora.

Juan trajo unas pequeñas pegatinas en blanco y colocó una debajo de cada interruptor. Seguídamente, escribió con un lapiz: “Vagina – ano – labio – labio – clítoris”. De esta manera, le sería más fácil saber en todo momento las zonas de su víctima que estaban recibiendo las descargas.

Por fin Juan se sentó delante de la máquina disfrutando a tope del momento. Durante la próxima media hora iba a poder regocijarse jugando a placer con la indefensa niña, torturándola justo en las zonas más íntimas de su precioso cuerpo. Su pene, totalmente erecto, atestiguaba la excitación que la idea le producía.

Para empezar, Juan puso la ruedecilla en intensidad media y abrió los interruptores de los cables conectados los labios menores. Seguídamente, abrió el interruptor general.

¡UAAAAAAAAAHHHHHH....!

Natalia gritó en agonía al sentir como si sus labios estuvieran siendo literalmente arrancados

Juan mantuvo la corriente durante 15 segundos. Los dos hombres contemplaron con delectación el sufrimiento de la niña.

Juan cerró los interruptores de los labios menores y esperó un minuto para dejar a su víctima recuperarse. Seguidamente, abrió los de la vagina y el ano y volvió a abrir el interruptor general.

UAAAAGGGGGGGGHHHHHHH....!

La pobre Natalia tuvo que sufrir la agónica descarga durante 30 segundos interminables, mientras los sádicos, masturbándose, se deleitaban contemplando sus muestras de dolor. Nuevas hilillos de sangre salieron de los orificios a causa de las agujas clavadas en su interior.

Tras otro minuto de descanso, Juan abrió los interruptores de los cables del orificio uretral y del clítoris. Durante un minuto, Natalia se retorció todo lo que las ligaduras la permitían sintiendo la insufrible mordedura de la corriente.

A lo largo de quince minutos, Juan siguió divirtiéndose cambiando y combinando de todas las formas que se le ocurrían los objetivos de las descargas. El último minuto dejó abiertos todos los interruptores para enviar a la pobre niña la corriente a los seis objetivos a la vez.

De nuevo, el cuerpo desnudo de Natalia quedó brillando por el sudor emitido.

Juan decidió cambiar la ruedecilla al punto tres. Durante todo el segundo cuarto de hora, su víctima iba a tener que sufrir descargas de máxima intensidad.

Juan, disfrutando a tope, comenzó de nuevo el ciclo de descargas...

En los labios menores....

¡UAAAAAAAAAAAGGGGGGHHH....!

En los orificios vaginal y anal......

¡AAAAAAAAGGGGGGGGGHHHHH.....!

En la uretra y el clítoris....

UUUUAAAAAAAHHHHHHH....!

Los sádicos disfrutaban cada momento, contemplando extasiados el espectáculo de la pobre niña convulsionándose bajo la corriente, enloquecida de dolor.

A Natalia, los efectos de la electricidad sobre esas sensibles zonas de su cuerpo se le hacían absolutamente insoportables y cada segundo representaba un verdadero infierno.

Entre descarga y descarga, con voz entrecortada, la pequeña suplicaba de la forma más conmovedora, pero el único resultado que obtenía era aumentar en los sádicos aún más el ansia de hacerla sufrir.

Por fin, pasó el segundo cuarto de hora. Natalia quedó totalmente exhausta. Juan y Tomás decidieron darla veinte minutos de descanso. Cuando la niña se hubo recuperado un poco, los hombres la obligaron a beber tres vasos de agua con estimulantes. Después se sentaron para tomarse unas cervezas.

Natalia, ya recuperada, comenzó a rezar pidiendo al cielo que la sesón hubiera terminado, aunque la atormentaba el hecho de que no la hubieran desatado ni quitado las pinzas.

Pasados los veinte minutos de descanso, Juan y Tomás se dispusieron a reanudar el suplicio. Natalia los vió levantarse y acercarse de nuevo a ella con esa expresión cruel que ya conocía.

¿Creías que ya habíamos terminado de atormentarte? – Preguntó Tomás sonriendo. ¡Nosotros siempre hacemos todo a medias. Mi amigo ha disfrutado jugando contigo durante media hora. Ahora me toca a mí!

¡NOOOOOOOOOOO.....!

Tomás se sentó delante de la máquina como un niño delante de su juguete preferido.

¿Preparada? – preguntó mientras ajustaba los mandos del aparato.

Juan abrió el interruptor y la pobre Natalia volvió a comenzar su insufrible danza de dolor ante la mirada apreciativa de los sádicos.

Tomás comenzó alternando el tipo de corriente. Ahora veinte segundos de intensidad baja en los labios menores.... después otros veinte de intensidad media en vagina y ano....después diez de intensidad alta en el clítoris....

Luego pasó a ir aumentando la intensidad de la corriente en una misma zona. Veinte de intensidad baja.....quince de intensidad media....diez de intensidad alta. Luego, vuelta a empezar en otra zona...

La niña dió en todo momento un buen espectáculo, convulsionándose, gritando, llorando y suplicando apropiadamente, mientras los sádicos, masturbándose, degustaban cada una de sus muestras de dolor y desesperación.

El horrible juego continuó durante minutos y minutos interminables para la desdichada.

Por fin, pasada la media hora, Tomás cerró los interruptores. La tortura había terminado. Pero los hombres llevaban mucho tiempo excitados y querían, por fin llegar a eyacular. Así, decidieron violar de nuevo a Natalia.

Los hombres quitaron las pinzas de los cables y, tras pulsar el botón de los consoladores para replegar las agujas, los sacaron de los orificios. Esta vez, las zonas que habían sido torturadas aparecían moderadamente irritadas y la vagina y el ano habían sangrado a causa de las agujas pero, desde luego, nada era para preocuparse en exceso.

Tomás trajo el anillo bucal, lo colocó en la boca de Natalia y bajó ligeramente el respaldo de la silla para dejar el rostro de su víctima a una altura cómoda para la penetración. Seguidamente, sin ningún preámbulo, introdujo su erecto pene dentro de la forzada boca de la niña.

Juan, por su parte, se colocó por delante de su prisionera y, tras colocarse un preservativo, la penetró brutalmente su dolorida vagina. El pene de Tomás atenuó el nuevo grito de la desdichada.

En mitad de la doble violación, Juan sacó el pene de la vagina y lo introdujo en el conducto anal de Natalia, mientras Tomás empujaba su miembro hasta abrirse paso a través de la garganta de la pequeña.

Por fin, pasado un buen rato, los dos sádicos se abandonaron al orgasmo y eyacularon placenteramente... ¡La mañana había sido, sencillamente, inolvidable!