EN PODER DE LOS SÁDICOS

BY JOSEMMM

[ part 7 ]

Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía. Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absolutamente odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad.

Lunes 12 de Octubre

Tras desayunar, ir al baño y ducharse, Natalia de nuevo esperó rezando las noticias que le darían sus secuestradores.

Los dos sádicos querían mantener en un estado mental aceptable a la niña y evitar que se derrumbara psicológicamente. Así, volvieron a mentirla. Fue Juan el que comenzó a hablar:

¡Tenemos buenas noticias para tí!

Los ojos de Natalia brillaron llenos de esperanza. ¿Sería posible que, por fin, fuera a ser liberada?

¡Tus padres han dicho que muy pronto, seguramente mañana o pasado, tendrán el dinero! – Continuó Juan.

La expresión de la cara de Natalia cambió totalmente.

¡Así que hoy tendremos que aprovechar para disfrutar de tu compañía! -Continuó Tomás, sonriendo sádicamente.

Natalia se dejó caer al suelo sollozando. La perspectiva de otro día atormentada por esos monstruos se le hacía insoportable.

Sesión de la Mañana

Natalia, ya totalmente desnuda, fue conducida hacia otro parte del sótano, donde se encontraba un nuevo aparato: Un caballete especial para la tortura de las nalgas. Era parecido a un potro de salto pero con la parte trasera más elevada. Cuatro argollas salían de la parte inferior y otras cuatro desde los laterales, con el fin de poder atar a la víctima. Las patas eran regulables en altura gracias a pasadores que se podía fijar en ranuras más o menos altas.

Natalia miró con aprensión el aparato preguntándose a qué nueva crueldad sería sometida.

Mientras Tomás sujetaba a la niña, Tomás dispuso los focos y las videocámaras alrededor del caballete. Seguídamente, entre los dos, izaron a Natalia y la montaron sobre el aparato.

Juan y Tomás tuvieron que esforzarse para conseguir mantener a la niña sobre el caballete mientras era atada al mismo. Por fin, tras una lucha desigual, la niña quedó sólidamente amarrada cabeza abajo sobre el caballete. Sus muñecas atadas a las dos argollas situadas por la parte inferior delantera y los tobillos a las argollas situadas en la parte inferior trasera. Los hombres tiraron del cuerpo de la niña hacia atrás de manera que sus nalgas quedaran justo al borde del caballete. Seguidamente ataron sus rodillas a las mismas argollas donde estaban atadas sus muñecas. Natalia quedó con su zona genital y anal accesible desde detrás del caballete.

Los dos hombres ajustaron ligeramente la altura de las patas de manera que los orificios de la niña quedaran a la altura adecuada.

Por fin, Juan y Tomás se sintieron satisfechos. Ya tenían a su víctima en la posición idónea para torturarla y violarla cuando quisieran.

Durante unos instantes, Los dos hombres revolotearon alrededor de su víctima.

Tomás se situó por delante del rostro de la niña y la besó viciosamente. Luego, se dirigió a ella sonriendo malignamente.

¡Como habrás podido darte cuenta, a mi amigo a mí nos encanta verte sufrir. Así que lamento decirte que, mientras sigas con nosotros, vas a seguir siendo torturada para nuestro placer. Y te hemos atado a este aparato porque, ahora, nos vamos a dedicar a tu precioso culito!

¡Pero, antes de empezar, tenemos algo para tí! – Continuó Juan.

Juan fue al armario y volvió con una jeringuilla.

¿Sabes lo que es esto?

La pobre niña negó con la cabeza

¡Pues es una sustancia que valdrá para mantenerte consciente mientras te torturamos!

Natalia miró la jeringuilla horripilada.

¡Como comprenderás...! – siguió Tomás - ¡...sería muy decepcionante que, justo cuando más estemos disfrutando con tu sufrimiento, vayas tú y pierdas el sentido a causa del dolor!

Juan y Tomás, con los penes ya totalmente erectos, contemplaron a su víctima.

La pobre Natalia se encontraba totalmente aterrorizada ante la inhumana crueldad de sus captores, sabiendo que, de nuevo, la esperaba un verdadero infierno. De sus ojos brotaban sin cesar lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

Juan procedió a inyectar el contenido de la jeringuilla en el brazo de Natalia.

Por fin, los dos hombres se sentaron en sendas sillas a ambos lados de Natalia. Sus ojos se posaron sobre el trasero de la niña, sus dos perfectos hemisferios y la gozosa hendidura que los separaba.

Durante un buen rato se complacieron en acariciar el cuerpo desnudo de la pequeña, centrándose sobre todo en la fina piel de las nalgas, sedosa como la seda.

¡Hummm, qué piel más suave! – exclamó Juan - ¡Va a ser un verdadero placer trabajar sobre ella!

¡Bueno, estoy deseando empezar a atormentar este precioso culito! – exclamó Tomás

¡Venga, vamos a empezar! – dijo Juan.

Juan procedió a dar un azote con la palma de la mano derecha sobre la ofrecida carne de las nalgas de Natalia. La niña gritó, más por la sorpresa que por el dolor.

Tomás, con su mano izquierda dió un segundo azote. Juan un tercero....Tomás un cuarto... Los impactos se fueron alternando entre los dos perfectos hemisferios.

Con parsimoniosa cadencia, mientras acariciaban la deliciosa carne, los dos sádicos siguieron golpeando una y otra vez sobre la fina piel, que iba adquiriendo cada vez un tono más encarnado, a la vez que el dolor que experimentaba la pequeña iba aumentando progresivamente, para deleite de sus torturadores.

A Juan y Tomás empezaron ya a dolerles la mano con la que estaban golpeando, por lo que decidieron cambiar de lado para seguir azotándola con la otra mano.

La agonía de la niña siguió aumentando y cada nuevo azote arrancaba de su boca un lastimero gemido.

La excitación de los hombres fue aumentando a medida que comenzaron a percibir el creciente sufrimiento de su víctima. Los dos sádicos comenzaron a golpear cada vez con más y más fuerza.

Los gemidos de Natalia cada vez eran más agónicos.

¡Aaaaaaaaaa! ¡Uaaaaaahhh! ¡Bastaaaaaa..........!

Pasado un rato, las manos de los hombres comenzaron de nuevo a dolerles.

Entonces decidieron pasar a la siguiente fase.

¡Creo que ha llegado el momento de usar la paletas! – exclamó Tomás.

Juan y Tomás se levantaron de la silla, se dirigieron al armario y cogieron sendas paletas de madera de un centímetro de grosor.

Natalia captó la maniobra y redobló sus súplicas.

¡Bastaaa...... por favor...... no me peguen más.... por favor....!

¡Lo siento, putita, pero todavía te queda mucho por sufrir! – contestó cruelmente Tomás mientras mostraba amenazadoramente la paleta.

La pobre niña redobló sus lloros. La piel de sus nalgas estaba ya dolorida por los numerosos azotes que la habían propinado. No quería ni imaginarse el dolor que sentiría si la golpeaban ahora con esas horribles paletas.

Relamiéndose, los dos sádicos se dispusieron a reanudar el suplicio. Juan llevó la paleta bien atrás y procedió a golpear con fuerza las ya doloridas nalgas.

¡Uaaaaaaaaaaaaaa......!

De la boca de Natalia salió un auténtico alarido. Si bien los últimos azotes ya habían dolido considerablemente, el golpeo de la paleta sobre la maltratada carne resultaba verdaderamente lacerante. Los dos hombres degustaron satisfechos la expresión de dolor de su víctima.

¿Qué tal putita? ¡Esto duele mucho más que los azotes! ¿Verdad?

Pero eso era sólo el principio. Tomás descargó un segundo golpe.

¡Uaaaaaaaaaaahhhhhh! ¡Bastaaaaaaaaaaa!

Los dos hombres siguieron azotando una y otra vez. El tono de la piel continuó cambiando, cada vez más encarnado. El dolor de la niña continuó creciendo.

Juan y Tomás golpearon sin piedad, extasiados con los gritos de dolor que salían de la boca de su víctima.

El pene de Juan estaba a punto de explotar, por lo que pidió a Tomás hacer un alto para violar a Natalia.

Juan se colocó por detrás de la niña, dispuesto a penetrarla por el ano. Apretó con fuerza hasta que su miembro se fue abriendo paso a través del esfínter. Después, empujó brutalmente, hasta introducir todo su miembro en el interior de la pequeña.

¡Aaaaaaaaaaaaaa........!

El pene de Juan comenzó a entrar y salir. Sus embestidas eran cada vez más brutales.

Tomás, entretanto, se deleitaba contemplando la cruel violación, observando complacido todos los detalles y disfrutando de la agonía de la niña.

Juan temía acabar eyaculando y no quería hacerlo todavía, por lo que procedió a sacar su pene del ano de la pequeña.

Entonce fue Tomás el que decidió imitar su compañero. Su pene se abrió paso de nuevo a través del dolorido conducto anal de la desdichada.

Juan se sentó enfrente de Natalia y se complació en contemplar a su víctima, sonriendo sádicamente ante sus muestras de dolor y desesperación.

Tomás comenzó a violar a Natalia bruscamentee, mientras Juan procedía a besar y a lamer la cara y la boca de la niña.

Tras un rato de brutales embestidas, Tomás sacó, también sin descargar, su pene del interior de la pequeña.

¿Qué tal putita? – preguntó Tomás - ¿Has disfrutado del pequeño descanso? ¡Pues prepárate para seguir sufriendo!

¡Noooooooo! ¡Bastaaaaaaaa!

Los dos hombres cogieron de nuevo las paletas y se volvieron a colocar a ambos lados de Natalia.

Durante otro buen rato, Juan y Tomás siguieron golpeando las nalgas de la niña, deleitándose con sus agónicos gritos y contemplando satisfechos cómo la suave piel iba tornándose de un color rojo cada vez más vivo.

Por fin, los hombres dejaron las paletas y se sentaron a cada lado de su víctima. La pobre niña gemía respirando entrecortadamente. La parte del caballete que quedaba debajo de su cabeza estaba empapada a causa de las contínuas lágrimas que había vertido.

Juan puso una mano sobre la torturada piel de las nalgas y Natalia dió un dolorido respingo.

¡Vaya, pobrecita! ¿Te duele la piel del culito, verdad? – preguntó burlonamente Juan – Juan procedió a pellizcar fuertemente con sus dedos la dolorida carne.

¡Uaaaaaaaaahhhhhhh......!

¡Hummmmmmm! – exclamó Tomás, extasiado ante la expresión de dolor de Natalia - ¡Creo que podríamos someter ahora a nuestra amiguita a una buena sesión de pellizcos!

La cruel idea no tardó en ponerse en marcha. Los dos hombres se divirtieron pellizcando sin piedad una y otra vez la dolorida piel. Sus dedos se clavaban en la carne y la retorcían con todas sus fuerzas deleitándose con los gritos de dolor de la pobre niña.

Tras quince minutos de crueles pellizcos, las nalgas de Natalia estaban en tal estado que el más leve roce suponía una auténtica agonía. Entonces, los hombres se dirigieron a un estante y descolgaron dos finas varas de madera.

Sonriendo sádicamente se las mostraron a su víctima.

¡Prepárate, putita, porque ahora te vamos a azotar con estas varas! – exclamó Juan excitadísimo.

¡Noooooooooooo......! – gritó la pobre niña horrorizada.

¡Siiiiiiiii.......! – contestó Tomás - ¡Y tal como tienes el culito, te aseguro que te vamos a hacer sufrir de lo lindo!

Juan y Tomás, con sus penes totalmente erectos, se colocaron a los lados de Natalia y acariciaron suavemente con la punta de las varas las temblorosas nalgas haciéndola gemir de dolor.

¡Qué excitante va a ser azotar esta torturada piel! – exclamó extasiado Juan - ¡Vamos Tomás, empieza tú!

¡Nooooooooooo! ¡Por favor........! ¡Noooooooooooo....! –

volvió a suplicar desesperadamente Natalia. Su trasero le ardía con el mero roce del aire. Y, ahora, iba a tener que sufrir el golpeo de esas horribles varas! Pensó que no podría aguantar más dolor. De repente, a pesar de su estado de conmoción y horror, se acordó de la inyección que la habían puesto, justamente con el fin de mantenerla consciente durante su suplicio. De nuevo la pobre niña redobló sus lloros, presa de la más absoluta desesperación.

Tomás esperó unos instantes hasta asegurarse de que su víctima estaba totalmente alerta. Entonces llevó su brazo bien atrás y descargó con todas sus fuerzas el golpe.

El tramo final de la vara impactó de lleno sobre el hemisferio derecho de las nalgas de Natalia.

¡Uaaaaaaaaaaahhhhhhhh........!

Para satisfacción de los sádicos, de la boca de la niña salió un agónico alarido de puro dolor. La alargada huella de la vara quedó marcada sobre la carne. Los efectos lacerantes perduraron plenamente después del golpe. Los dos hombres se deleitaron contemplando el rostro de la pequeña contraído por el tremendo sufrimiento.

Juan esperó pacientemente a que la niña empezara a reponerse. Entonces, armó el brazo y golpeó con fuerza, haciendo que su vara impactara sobre el hemisferio izquierdo.

¡Uaaaaaagggggghhhhhhh.......!

Uno a uno, con inexorable cadencia, los golpes fueron cayendo sobre las doloridas nalgas. Para deleite de los sádicos, la pobre niña gritaba y gritaba ante el horrible dolor.

¡Es eficiente la inyección que le hemos puesto! ¿verdad? – exclamó Juan.

¡Desde luego! – contestó Tomás - ¡Gracias a ella tenemos a nuestra amiguita bien espabilada y sufriendo deliciosamente!

Los golpes siguieron cayendo. La carne se fue poblando de marcas. En algunas de ellas comenzaron a brotar las primeras gotas de sangre.

¡Voy a violar a la putita mientras tú la sigues azotando! – exclamó Tomás, excitadísimo con la tortura.

Tomás se colocó detrás de la niña y la penetró sin miramientos por la vagina.

¡Vamos Juan, golpéala fuerte!

Juan no necesitó que le animaran. Con cuidado para no tocar a su amigo, siguió sacudiendo lacerantes golpes sobre la zona superior de las nalgas, ya con huellas de los golpes anteriores. Las marcas de los varazos se entrecruzaron y nuevos hilillos de sangre comenzaron a brotar de la piel rota. Los agónicos alaridos de Natalia llenaban la habitación.

¡Uaaaaaaaahhhhhhh.......! Uaaaaaaaaaaahhhhhhhhh......! Bastaaaaaaaaaaa........!

Tomás disfrutaba a tope de la violación, notando cómo su víctima se contraía cada vez que la vara golpeaba su torturada piel. Por un momento dudó sobre si ponerse un preservativo y eyacular, pero el día era joven y quería estar en plena forma para las torturas de la tarde. Así que decidió sacar el pene sin descargar del interior de la niña.

Juan también estaba excitadísmo y presto a violar a la niña. Pero quería que Tomás se centrara ahora en golpear la zona inferior de las nalgas de Natalia. Así que decidió penetrarla por la boca. Como la pobre niña estaba loca de dolor, Juan, que no quería tener ningún contratiempo, trajo un instrumento especial para mantener abierta la boca de la pequeña: Una especie de anillo grueso de cuero con una correa incorporada. Con la ayuda de Tomás, metieron el anillo dentro de la boca de Natalia y lo sujetaron, mediante la correa, por detrás de su cabeza. Ahora, la niña estaba obligada a tener la boca abierta de par en par.

Juan, satisfecho se colocó delante de Natalia y dirigió su pene hacia su desguarnecida boca. La niña intentó apartar la cabeza, pero Juan la agarró por el cabello e introdujo su miembro hasta la entrada de la garganta de la desdichada.

Tomás volvió a coger la vara y se situó por detrás de la niña. Parsimoniosamente armó el brazo y golpeó con fuerza sobre la zona inferior de las nalgas.

¡Hmmmmmmggggghhhhhhh......!

El grito agónico de Natalia quedó difuminado por el órgano que tenía dentro de su boca.

Tomás siguió golpeando una y otra vez. Nuevos hilillos de sangre comenzaron a brotar de las nalgas de la niña, ya en carne viva.

¡Hummmm......! ¡Qué placer! – exclamó Juan- ¡Cada vez que la azotas me hace cosquillas en la polla con la lengua!

Juan intentaba retenerse todo lo posible para prolongar su placer y el sufrimiento de la niña, pero comprendía que, en cualquier momento, no podría evitar descargar.

¿Tomás me dejas que me corra sin preservativo?

¡Por supuesto! – contestó Tomás. La idea de que su amigo lanzara su semen dentro de la boca de Natalia le pareció muy oportuna. Sin duda para la pobre niña la experiencia sería absolutamente repugnante!

Juan comenzó a violar brutalmente la boca de Natalia, haciendo que su pene incluso llegara a penetrar en ocasiones la garganta de la pequeña.

Mientras tanto, Tomás siguió golpeando sin piedad con la vara las nalgas de la niña.

Por fin, Juan, entre jadeos, comenzó a eyacular. A pesar de los horribles dolores que padecía, el rostro de Natalia adoptó una nueva expresión de asco absoluto notando el líquido viscoso chorreando en el interior de su boca.

¡Uff, qué gozada! – exclamó Juan – sacando por fin su pene de la boca de la niña.

Natalia quedó totalmente exhausta, respirando entrecortadamente, gimiendo de dolor y llorando amargamente.

Juan y Tomás se inclinaron para observar la huellas de la cruel tortura. El estado de la las nalgas de su prisionera era verdaderamente lamentable. La fina piel estaba amoratada y llena de marcas. En múltiples zonas, las varas habían cortado la carne y producido alargadas heridas por donde manaban pequeñas gotas de sangre.

Pero los dos sádicos todavía la tenían reservada algunas últimas crueldades. En primer lugar, tras sacar el anillo de la boca de la niña, rapidamente procedieron a amordazarla con cinta de embalar, con el fin de que no pudiera escupir el semen que inundaba su boca.

Juan y Tomás miraron divertidos la patética expresión reflejada en la cara de la niña.

¡Aprovecha porque, hoy, el semen de mi amigo va a ser tu única comida! – exclamó Tomás.

Juan cogió un paño y lo humedeció con agua. Seguidamente sacó un paquete de sal y procedió a verterla sobre el paño. Con una sonrisa sádica se acercó a Natalia.

¡Vamos a ver como le sienta a nuestra amiguita esta cataplasma!

El pene de Tomás experimentó una súbita erección. Comprendía el efecto de quemazón que la sal iba a producir a la desdichada al entrar en contacto con las heridas.

Juan posó delicadamente el paño de manera que cubriera toda la zona trasera de la niña.

La reacción no tardó en producirse. Ante la mirada satisfecha de los hombres, pronto la niña comenzó a convulsionarse en sus ligaduras intentando en vano quitarse el paño de encima mientras, a pesar de tener la boca tapada, emitía un gutural gemido de agonía.

Durante unos minutos, los sádicos se recrearon contemplando la miseria de la pobre niña.

Por fin, decidieron dejar momentáneamente a Natalia y subir a comer.

¿La quitamos el paño? – preguntó Juan.

¡Déjaselo para que la haga compañía mientras comemos! – respondió Tomás.