EN PODER DE LOS SÁDICOS

BY JOSEMMM

[ part 6 ]

Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía.

Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absolutamente odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad.

Juan y Tomás desataron a Natalia y la bajaron de la silla. La pobre niña casi no podía mantenerse en pie, por lo que los hombres la llevaron en brazos a su celda y la depositaron sobre el colchón. Tras traerla una jarra de agua y un vaso y ordenarla que bebiera en abundancia, cerraron la celda con llave y salieron del sótano.

Los dos hombres comieron satisfechos, comentando las deliciosas experiencias de la mañana. Al terminar, descendieron de nuevo al sótano y sacaron a Natalia para conducirla al cuarto de baño. Allí la hicieron limpiarse los restos de cera que habían quedado adheridos a su cuerpo y ducharse.

De vuelta en la celda, los sádicos obligaron a la niña a tomar la comida que la habían preparado: Sopa, pescado, fruta y zumo. En la sopa y en el zumo habían disuelto fuertes reconstituyentes con el fin de que estuviera recuperada para la sesión de tortura de la tarde. Por fin, volvieron a salir del sótano, relamiéndose por anticipado pensando en los maravillos placeres que les aguardaban.

Natalia quedó tumbada en su celda totalmente aterrada. Hacía tiempo que se había dado cuenta de que sus captores eran unos absolutos viciosos, pero las monstruosidades que la habían hecho sobrepasaban totalmente su capacidad de entendimiento. Estaba en manos de unos verdaderos degenerados y había altas probabilidades de que tuvieran pensado seguir atormentándola. No podría soportarlo. De nuevo pensó en sus padres. Era la única salvación que le quedaba. Una vez más comenzó a rezar...

Juan y Tomás dejaron que Natalia descansara varias horas. Por fin, a las siete de la tarde, entraron en el sótano, sonriendo sádicamente.

Esta vez no se andaron con rodeos. Ordenaron a Natalia salir de la celda y colocarse de nuevo en la silla ginecológica. Al ver que la pobre niña, horrorizada, se resistía a obedecer, entre los dos la cogieron en volandas y la llevaron a la silla.

A pesar de los esfuerzos de la chiquilla, pronto quedó amarrada en la obscena e indigna postura, totalmente abierta ante sus torturadores. Los focos, ya encendidos, se encargaban de iluminar el escenario mientras las videocámaras, ya conectadas, filmaban el desnudo cuerpo infantil. No obstante, Juan cogió una de ellas y la situó frente a Natalia, enfocando en primer plano el pubis de la pequeña.

A la indefensa niña no le quedaba más remedio que aguardar, aterrada, el destino que sus verdugos la tuvieran preparada.

Domingo 11 De Octubre
Sesión de la Tarde

Juan sacó una caja de un armario y se acercó sonriendo, hasta colocarla al lado de Natalia en un punto donde la pudiera ver bien.

¿Conoces esta caja, verdad putita? – preguntó Juan divertido.

Natalia palideció. Era la misma caja se donde se encontraba la horrible iguana. Los dos sádicos se deleitaron observando la expresión de pánico total que quedaba dibujada en el rostro de la pobre niña.

¿De verdad creías que te habías librado de nuestra simpática mascota? – preguntó Tomás, sonriendo sádicamente.

¡Ya nos hemos dado perfecta cuenta de lo poco que te gusta este animalito! – continuó Juan- Hasta el punto de rebajarte a hacer cosas que sin duda han sido horribles para ti para mantenerte lejos de él. Y justamente por eso, porque sabemos el terror que la iguana te inspira, mi amigo y yo hemos preparado una sesión en la que vas a tener una estrecha relación con ella.

¡Pensamos que va a ser de lo más excitante contemplar tus reacciones! – continuó Tomás - ¡Prepárate, putita, porque no te va a quedar más remedio que conocer a nuestro amiguito de una forma mucho más….íntima!

¡Noooooooo…….! ¡Por favor! ¡No puedo soportarlo.. ¡ ¡Por favor….. !

Las lágrimas brotaron a borbotones de los ojos de la niña ante la inhumana crueldad de sus verdugos.

Los penes de los hombres, totalmente erectos, daban cuenta de la enorme excitación de los sádicos ante la cruel traición que iban a hacer a su víctima. Después de las terribles vilezas y humillaciones a que la pobre niña se había sometido justamente para evitar la amenaza del reptil, ahora, de todos modos, iba a tener que sufrirlo y sin posibilidad de escapatoria.

Natalia, horripilada y llena de espanto, suplicó y suplicó ante la mirada complacida de los dos sádicos.

Por fin, Juan se puso un guante, metió la mano dentro de la caja y, parsimoniosamente, sacó la iguana sujetándola por el dorso, justo por detrás de las patas delanteras.

¡Noooooooooo………! – Gritó Natalia, horrorizada viendo al reptil pendiendo en el aire, abriendo la boca y sacando la lengua.

Juan, fue acercando lentamente la iguana hacia el rostro de Natalia. La pobre niña comenzó a convulsionarse en sus ligaduras mientras gritaba histéricamente.

Juan, divertidísimo, siguió acercando el reptil hasta hacer rozar levemente su cabeza sobre el rostro de la niña.

Los dos hombres se deleitaron contemplando la reacción de histeria total de su víctima.

¡Vamos, puta, da un beso a nuestro amiguito! – exclamó Juan mientras acercaba la boca de la iguana a la de la niña.

Natalia movía la cabeza de un lado a otro desesperadamente intentando evitar el contacto con el odiado animal. Cuando Juan conseguía rozar la piel de la niña con el reptil, la desdichada parecía enloquecer.

Pero la tortura sólo estaba en su fase inicial. Juan apoyó la cabeza de la iguana sobre el cuello de la niña y luego, la fue haciendo descender hacia el pecho, mientras Natalia chillaba y lloraba totalmente fuera de sí.

La iguana se debatía intentando soltarse pero Juan lo tenía agarrado de forma segura.

Juan dirigió el extremo de la boca del reptil hacia uno de los senos y después hacia el otro. Sádicamente, frotó durante un buen rato los sensibles pezoncillos mientras la pobre niña gritaba como una loca.

¡Siiiiiii! ¿La sientes bien sobre tu carne, putita?

Lentamente, Juan siguió su paseo descendente, atravesando el vientre de Natalia mientras administraba leves contactos con la cabeza del animal.

Juan alcanzó el pubis de Natalia. Durante unos minutos, Juan se limitó a recorrer los exteriores de la zona. Pero no se iba a conformar con eso:

¡Tomás, por favor, abre el coñito de nuestra amiga para que nuestra mascota lo pueda conocer apropiadamente!

Tomás procedió a separar los labios sexuales de la niña para que su amigo pudiera alcanzar la carne más íntima.

¡Noooooooooo......!

Durante un rato, los torturadores disfrutaron contemplando cómo la cabeza y la boca de la iguana recorrían las suaves interioridades del sexo de la niña mientras la desdichada sufría lo indecible.

Por fin Juan separó la iguana del cuerpo de Natalia y lo volvió a meter en la caja.

La pobre niña, exhausta, quedó llorando y respirando entrecortadamente, aunque agradeció al cielo que por fin sus verdugos hubieran retirado ese horrible animal.

Los dos hombres decidieron dejarla descansar diez minutos.

Pasado ese tiempo, Natalia se había recuperado un poco, aunque permanecía aterrada ante las próximas maniobras que sus torturadores pudieran concebir.

Cuando los dos hombres volvieron a acercarse a su víctima, Juan llevaba en la mano un largo tubo de cristal de cuatro centímetros de diámetro.

¿A que no adivinas por donde te vamos a meter este juguetito? – preguntó Juan sonriente.

¡No..... por favor.....! – suplicó la pobre niña sin saber a ciencia cierta cuál era la intención de sus torturadores.

Juan introdujo su dedo índice en la vagina de Natalia

¡Siiiii....! ¡Seguro que ya te lo imaginabas! ¡Te lo vamos a meter justo por aquí!

¡Nooooooooo....por favor.....!

Juan sacó la vaselina y procedió a untar uno de los extremos del tubo. Seguidamente lo llevó a la entrada vaginal de la pequeña.

¡Noooooooooooo......!

Tomás tiró hacia los lados de los labios sexuales para exponer el orificio y Juan comenzó a presionar con el extremo del tubo.

¡Aaaaaaaaahhhhhh.......!

Juan presionó con fuerza pero el diámetro del instrumento era demasiado ancho para el estrecho orificio.

¡Espera Juan! – exclamó Tomás.

Tomás fue a un armario y volvió con el especulum que habían utilizado por la mañana. Sin miramientos procedió a introducirlo a través de la vagina de Natalia.

¡Aaaaaaaaaaa......!

Una vez introducido, comenzó a girar la pequeña manivela del especulum para irlo abriendo. De nuevo la pequeña sintió como el aparato se iba dilatando dolorosamente en su interior. Esta vez, Tomás lo estaba abriendo todavía más que por la mañana.

¡Nooooooo..... aaaaaaaaahhhhh!

Tomás continuó girando la manivela. Cuando la vagina de la niña quedó abierta de par en par Juan intentó de nuevo introducir el tubo de cristal.

¡Todavía no entra, tienes que abrirlo un poco más!- exclamó Juan.

¡Nooooooooooooo......!

Tomás dio unas cuantas vueltas más a la manivela y, por fin, Juan consiguió meter el tubo a través de las separadas paredes, hasta alcanzar el fondo vaginal.

Seguidamente, mientras Juan mantenía el tubo en el interior del sexo de Natalia, Tomás fue tirando del especulum para irlo sacando poco a poco del interior de la niña.

¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhh......!

La pequeña gritaba de dolor ante la terrible distensión de su orificio vaginal.

Las paredes de la vagina se fueron cerrando alrededor del tubo de cristal a medida que el especulum iba saliendo. Por fin Tomás consiguió extraer totalmente el aparato. Los dos sádicos contemplaron satisfechos a su sufriente víctima, con el ancho tubo incrustado hasta el fondo de su vagina sobresaliendo impúdicamente en el aire.

¡Bien bien....! – exclamó Juan acariciando la llorosa mejilla de Natalia. ¡Nos ha costado meter el tubo por tu precioso coñito, pero va a merecer la pena el esfuerzo! Por cierto, ¿adivinas para qué te lo hemos metido?

Natalia no contestó pero comenzó a temblar adivinando que, de nuevo, aquellos desalmados tenían pensada una nueva idea aún más cruel.

¡Eres una chica lista! – continuó Tomás. ¡Seguro que comprenderás que, ahora, con el tubo que te hemos introducido en la vagina, podemos meter dentro de tu coñito cualquier cosa que se nos ocurra....! ¡Va a ser realmente divertido!

Los dos hombres contemplaron encantados la nueva expresión de horror que se reflejaba en el precioso rostro de su víctima. ¡Y eso que, seguramente, todavía no habría adivinado de manera precisa la nueva tortura que la tenían reservada!

Efectivamente, la pobre niña, totalmente aterrada, no se podía imaginar lo que sus verdugos se traían entre manos. De nuevo pidió ayuda al cielo.

Los ojos temerosos siguieron los movimientos de hombres. Juan, asegurándose de que su víctima le miraba, se alejó y volvió con la caja donde había guardado la iguana.

¡Nooooooo......!

La pobre Natalia no pudo evitar un grito de horror. No podía ser. No podrían ser capaces de hacer algo así.....

Juan, mirando a su víctima sonriendo sadicamente, se puso los guantes que antes había utilizado, metió la mano en la caja y sacó de nuevo la horrible iguana.

¡Nooooooooo......! ¡Por favor.......!

¡Sí, putita, antes nos hemos divertido mucho viendo tu repulsión hacia este animalito, así que hemos decidido someterte ahora a un contacto más....íntimo!

¡Noooooooooooo.........!

Natalia de nuevo intentó desesperadamente debatirse en sus ataduras pero, de nuevo, tan sólo consiguió mover la cabeza y las manos.

Juan, parsimoniosamente, disfrutando del horror de su víctima, fue acercando la cabeza de la iguana hacia el extremo del tubo incrustado en la vagina de la niña. Los dos sádicos no se perdían ni un detalle de las reacciones, ya totalmente histéricas, de su víctima.

¡Nooooooo! ¡Por favor..., no lo soporto! ¡Por favor! ¡Noooooooooo.......!

Juan introdujo la cabeza de la iguana dentro del tubo pero el animal quedó atrancado con las patas. Necesitó la ayuda de Tomás para sujetarlas bien plegadas contra su cuerpo de manera que pudiera seguir avanzando. Una vez introducidas las patas, Juan no necesitó hacer mucho esfuerzo para conseguir que la iguana se fuera deslizando a través del tubo. Al principio Natalia no sintió contacto directo con la iguana pues el mismo tubo hacía de parapeto, pero Juan siguió empujando hasta hacer que la cabeza del animal chocara con el fondo vaginal de la niña. ¡Aaaaaaaaaaaaaa........!

Los angustiados gritos de Natalia retumbaron en la habitación al sentir el contacto del animal sobre su carne íntima.

¿Lo sientes ya, verdad putita? – preguntó cruelmente Juan, empujando aún más.

La iguana quedó medio metida en el tubo, con el extremo de la cabeza apoyado sobre el útero de Natalia. Debido a la longitud del animal, las patas traseras y la cola sobresalían por fuera del tubo.

Seguidamente, los sádicos se dispusieron a sacar el tubo para que las paredes vaginales de la niña se cerraran sobre la iguana y la desdichada pudiera sentirlo directamente sobre su carne. De nuevo Tomás replegó las patas traseras del animal y Juan fue tirando del tubo hacia fuera mientras presionaba al reptil hacia el interior.

¡Nooooooooooo...! Natalia gritó con todas sus fuerzas comprendiendo la intención de sus torturadores.

El tubo fue resbalando hasta que llegó un momento en que los dedos de los hombres perdieron el contacto con el reptil. Entonces, Tomás cogió una larga varilla puntiaguda y la metió por el tubo hasta pinchar el costado del animal para mantenerlo en posición mientras Juan acababa de tirar del tubo hasta sacarlo completamente.

Por fin, para gozo de los torturadores, la cabeza y medio cuerpo de la iguana quedaron incrustados en el interior de la vagina de Natalia.

La pobre Natalia lloraba y chillaba presa de una histeria total, notando la presencia de su más odiado y temido animal dentro de ella. Los sádicos se deleitaron observando la patética expresión del rostro de la niña, inundado de horror, repugnancia y la más pura desesperación.

Juan siguió sujetando con una mano la parte del animal que sobresalía para mantenerlo en posición. La iguana se agitaba todo lo que podía intentando liberarse de la prisión donde se encontraba. Las patas delanteras se movían arañando las suaves paredes vaginales.

Los minutos fueron pasando, deliciosos para los torturadores, insufribles para la torturada.

Cuando la iguana disminuyó sus movimientos, Tomás comenzó a clavar una aguja en la carne del reptil, con el fin de hacer que el animal se debatiera aún más.

¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa........!

Por fin Natalia perdió el conocimiento, para disgusto de los sádicos, que estaban disfrutando enormemente con la tortura.

¡Quizás hemos debido ponerle la inyección! – exclamó Juan

¡Es posible, bueno, vamos a despertarla! – contestó Tomás, deseoso de seguir haciendo sufrir a su víctima.

Mientras Tomás mantenía la iguana dentro de la niña, Juan fue a un armario y volvió con un frasco de amoníaco. Empapó un algodón en el líquido y lo aplicó bajo la nariz de Natalia, a la par que la abofeteaba la cara.

¡Vamos, despierta putita, la diversión todavía no ha acabado!

Poco a poco, la desdichada volvió a recuperar el conocimiento. Cuando volvió a tener plena conciencia de la situación en la que se encontraba, con la iguana incrustada dentro de su cuerpo, dilatando dolorosamente sus paredes vaginales, volvió a comenzar a gritar como una loca.

¡Bien, bien, nuestra amiguita ya está en condiciones de seguir sufriendo! – Exclamó Juan satisfecho.

¡Sigue haciendo que la iguana se mueva! – Dijo Tomás.

Juan encendió un cigarrillo y procedió a quemar la piel de la iguana con la punta incandescente. El animal, totalmente enloquecido, se convulsionaba todo lo que podía, agitando las patas e intentando morder la carne que le aprisionaba.

La tortura se prolongó durante un buen rato. La pobre Natalia, para gozo de los sádicos, enloquecía con un insufrible coctel de miedo, repugnancia, angustia y horror.

Por fin la desdichada volvió a perder el conocimiento.

Los hombres sopesaron la posibilidad de volver a despertarla, pero ambos comprendieron que la tensión a la que niña estaba siendo sometida era altísima y querían preservarla en buenas condiciones para futuras las sesiones.

Eso sí, Juan y Tomás coincidieron en que a partir de ahora, antes de cada sesión, inyectarían a su víctima la sustancia que evitaría que perdiera el conocimiento mientras era torturada. Ambos convinieron que, desde luego, a ninguno les gustaría estar en el pellejo de la pobre niña.

josemmm006