EN PODER DE LOS SÁDICOS [ part 4 ] Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía. Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absolutamente odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad. Sábado 10 De Octubre Tras la cruel violación, los dos sádicos limpiaron a su víctima, la desataron, la cubrieron con una bata y la metieron de nuevo en la celda. Seguidamente abandonaron el sótano. La pobre Natalia quedó tumbada sobre el colchón, mancillada y dolorida, llorando amargamente. Una hora después, los hombres volvieron a aparecer con una bandeja con la cena para su prisionera. Natalia, totalmente hundida, no quería comer nada, pero los hombres la amenazaron hasta forzarla a cenar. En la bebida habían disuelto un reconstituyente y un somnífero. Querían que su víctima descansara durante la noche y repusiera fuerzas. Cuando Natalia, por fin, quedó profundamente dormida, Juan y Tomás salieron del sótano satisfechos. Los dos sádicos tardaron en conciliar el sueño, planeando minuciosamente las actuaciones del día siguiente y pensando en los nuevos placeres que la indefensa niña les proporcionaría. Gracias al somnífero, Natalia durmió nueve horas sin interrupción. Pasaban las once de la mañana cuando los dos hombres procedieron a despertarla. Al abrir los ojos y ver las caras de sus torturadores, la pequeña dio un respingo sobresaltado, se cerró la bata sobre su cuerpo instintivamente y miró a los hombres con cara aterrada. ¡Tranquila, putita, estás con tus amigos! – exclamó Juan sonriendo. ¡Te traemos el desayuno! – agregó Tomás acercando a la niña una bandeja con un zumo de naranja y una tostada. Natalia, aún aturdida por el somnífero, seguía sin tener ganas de comer pero, ante la amenazante presencia de sus captores, procedió a tomárselo. Los hombres esperaron unos minutos para dejar que Natalia se fuera espabilando. Seguidamente, Juan tomó la palabra: ¡Escucha atentamente porque vamos a darte las instrucciones que deberás seguir a partir de esta misma mañana mientras sigas con nosotros: Lo primero irás al servicio para hacer tus necesidades. Luego te ducharás y te perfumarás. Luego te pondrás la bata o la ropa que te demos. Después, vendrás con nosotros al “escenario”, ya sabes, donde nos divertimos contigo ayer. Una vez allí te colocarás en posición de espera: De pie, bien estirada, con las piernas separadas y las manos detrás de la cabeza. En esta posición aguardarás a que te digamos si tu familia ha pagado ya el dinero por tu rescate. En el caso de que ya lo hayan hecho, tu cautiverio habrá terminado. Te podrás vestir y te llevaremos con tus padres. En el caso de que todavía no lo hayan pagado, tendrás que quedarte con nosotros por lo menos un día más. Y, por supuesto, mi amigo y yo aprovecharemos para seguir divirtiéndonos contigo! La niña sintió un nuevo escalofrío. No quería ni imaginarse el tipo de diversión que esos dos depravados buscarían y se echó de nuevo a temblar, pidiendo a Dios con todas sus fuerzas que sus padres ya hubieran pagado su rescate. Sin embargo, la forma en que su captor se lo había explicado daba a entender que, de momento no lo habían hecho. Pensó que no lo podría resistir si tenía que volver a sufrir nuevos abusos por parte de esos desalmados. ¿Tienes alguna pregunta? – exclamó Juan. Natalia movió negativamente la cabeza. La expresión de sus rostro mostraba claramente la tremenda preocupación que sentía ante lo que pudiera acontecer. Su instinto la decía que las cosas no iban a ir bien. Por desgracia para ella, su instinto no la engañaba. Los hombres acompañaron a Natalia al cuarto de baño, la dieron un juego de ropa y la dijeron que se la pusiera al terminar en vez de la bata. El primer impulso de la joven fue alegrarse enormemente pensando que el hecho de que la dieran ropa para vestirse podía significar que el rescate había llegado y, por fin, hoy quedaría libre. Pero cuando vio el tipo de ropa que la habían dado, ya no era del todo optimista: Un juego de braguitas y sujetador de color blanco con adornos de encaje en sus bordes, ligeros negros, zapatos de tacón, una chaqueta negra de cremallera y lo peor de todo: una cortísima minifalda de cuero también negra. No quería ni pensar en el aspecto que podría tener con esa ropa tan provocativa. En cualquier caso, intentó ser optimista y pensar que cualquier ropa sería buena si, con ella, podía salir por fin de ese infierno. Así, tras pasar por el servicio y ducharse, Natalia se vistió. Sorprendentemente, toda la ropa era justo de la talla que ella usaba. Si habían sido sus captores los que la habían elegido, habían tenido un ojo clínico. Para disgusto de la pequeña, la minifalda le quedaba aún más corta de lo que había pensado: Apenas le cubría la parte inferior de las braguitas y sus largas y estilizadas piernas quedaban al descubierto desde la parte alta de sus muslos. A pesar que intentó no mirarse en el espejo, al acabar de vestirse, la pobre niña se sentía incomodísima y cuando observó la lasciva mirada de los dos hombres al verla salir, de nuevo la envolvió un ataque de pudor que la hizo ruborizarse. Al entrar de nuevo en el sótano, los ojos de Natalia captaron algo que no había visto los días anteriores: Una televisión, un video y una minicadena montados junto al escenario. Por fin, Natalia, llena de aprensión, se situó en el “escenario” y adoptó la posición de espera. Juan y Tomás, sentados frente a ella, se relamían recorriendo su cuerpo de arriba abajo con su mirada y degustando la turbación de la bella niña, obligada a vestir esa ropa totalmente opuesta a su pudoroso carácter. Natalia, mientras tanto, rezaba y pedía al cielo una y otra vez que sus padres hubieran pagado ya el rescate. Pero, evidentemente, una vez más sus ruegos no iban a ser correspondidos. ¡Siento decirte... – comenzó Juan – que el dinero todavía no nos ha llegado! Natalia sintió como si una roca la cayera encima y las primeras lágrimas se escaparon de sus ojos azules. No obstante, mantuvo la posición. Los dos hombres esperaron unos instantes para dejar que la niña se repusiera del shock. Por fin, Juan siguió hablando: ¡Te preguntarás por qué te hemos dicho de ponerte la ropa que llevas. Pues bien, tenemos preparado un video para que lo veas y seguro que te va a dar muchas pistas. ¿Has visto la película Nueve Semanas y Media? Natalia meneó negativamente la cabeza. ¡Pues bien, fíjate muy bien en lo que va a hacer la actriz!. Juan puso el video a funcionar y en la pantalla de la televisión apareció el principio de la escena en la que Kim Bassinger realiza un sensual strip-tease delante de Mickey Rourkey al ritmo de la canción “You can leave your hat on”. Natalia pronto comenzó a comprender. Los dos hombres no se perdieron detalle de la angustiada expresión de la niña al ver que la actriz comenzaba a desnudarse. Al terminar la escena, Natalia ya temblaba ante lo que sus captores pudieran mandarla hacer. ¿Has visto bien la actuación? – preguntó Tomás. ¿Te has fijado de que forma más excitante se va quitando la ropa? ¡Pues bien, eso justo es lo que queremos que hagas tú. Pero con una diferencia: Tu has practicado ballet. Así que queremos que bailes para nosotros al ritmo de la música a la par que te vas desnudando! Natalia bajo la cabeza y cerró los ojos mientras las lágrimas resbalaban por su mejillas. ¿Cómo podían aquellos desalmados pedirla que hiciera semejante cosa? ¿Cómo iba ella a poder bailar mientras se desnudaba delante de ellos? La pobre niña hubiera querido desaparecer de ese infierno. El simple hecho de tener que posar ante esos hombres con esa horrible ropa ya se le hacía difícil de soportar. La certeza de tener que volver a desnudarse la aterraba. Y, para colmo, tener que hacerlo bailando para aquellos pervertidos le parecía una indignidad absolutamente horripilante. Los hombres se deleitaban observando el impacto de sus palabras sobre la pudorosa niña y comprendiendo la lucha interior que la desdichada debía estar sintiendo. ¡No te gusta nada la idea! ¿verdad, preciosa? – preguntó Juan sonriendo - ¡Por desgracia para ti ya sabes que, quieras o no, vas a tener que hacerlo. ¡Te vamos a poner otra vez el video para que vuelvas a verlo y después te tocará a ti! – exclamó Tomás. Natalia contempló la escena por segunda vez. Esta vez aún le resultó más penoso y patético. Pensó que jamás podría ella hacer algo así. Los dos hombres pusieron en marcha las videocámaras y se sentaron delante de sus víctima dispuestos a ver el espectáculo. Sus penes ya estaban en erección ante la escena que iba a desarrollarse. Ambos se masturbaban sin ningún reparo. La horrorizada niña permaneció inmóvil hasta que retumbaron las palabras de Tomás: ¡Bueno putita! ¿estás lista? ¡Prepárate porque voy a poner ya la música! ¡Mi amigo y yo estamos deseando contemplar el espectáculo. Seguro que va a ser la mar de excitante, ja, ja ja! Tomás puso en marcha la minicadena y la canción comenzó a sonar. Natalia, totalmente desconcertada, no sabía qué hacer. Comenzó a moverse tímidamente. Los dos hombres comenzaron a disfrutar observando el precioso cuerpo de la joven con esa provocativa vestimenta. Pero el tiempo comenzó a pasar sin que la pudorosa niña se decidiera a comenzar a quitarse la ropa. Los hombres comenzaron a impacientarse. Por fin Juan se levantó y cortó el sonido. ¿Es que no nos has entendido? – preguntó Juan con voz amenazadora - ¡Te hemos dicho que queremos ver cómo te desnudas a la par que bailas y, por tu bien, espero que lo hagas de la forma más sexy que se te ocurra! Tomás por su parte, se levantó y volvió con una caja que a Natalia ya le resultaba familiar, la caja donde se encontraba la horrible iguana. ¡Aquí se encuentra alguien que está deseando conocerte. Si mi amigo y yo no quedamos plenamente satisfechos con tu actuación ten por seguro que vas a tener una relación muy estrecha con este animalito! La amenaza de la iguana era definitiva. Natalia tenía claro que no podría soportarlo. La alternativa era horrible pero no tenía otra salida. La pobre niña redobló sus lloros. Aunque la idea de tener que desnudarse bailando delante de esos hombres la revolvía el estómago no le quedaba más remedio que hacerlo. Los dos hombres comprendieron con satisfacción que la amenazadora presencia de la iguana sería suficiente para conseguir que su víctima se plegara a las órdenes más humillantes. ¿Estás preparada? – Volvió a preguntar Juan ásperamente. Natalia contestó afirmativamente con la cabeza, mientras las lágrimas resbalaban sin parar por sus preciosas mejillas. De nuevo Tomás puso en marcha el disco. De nuevo la niña comenzó a moverse, esta vez con un poco más de ritmo. Natalia no sabía por donde empezar. Decidió comenzar quitándose los incómodos zapatos de tacón. Mientras lo hacía perdió un poco el ritmo pero pronto lo recuperó al poder mover sus pies descalzos. Seguidamente Natalia se fue despojando de los ligeros. Juan y Tomás disfrutaron de lo lindo contemplando como esta prenda se iba deslizando fuera de las preciosas piernas de la niña mientras ésta, instintivamente, intentaba mantener tapada la braguita con la cortísima minifalda. A continuación, los dos sádicos observaron satisfechos la expresión de bochorno total de la pequeña mientras procedía a bajar lentamente la cremallera de la chaqueta y a quitársela mientras seguía moviendo su cuerpo. El color blanco del pequeño sujetador resaltaba eróticamente entre el negro del resto de la ropa. Los penes de los hombres, en máxima erección, reflejaban su excitación cuando Natalia, agónicamente, comenzó a desabrocharse la falda y a dejar que fuera deslizándose a lo largo de sus estilizadas piernas. Tan sólo cubierta por la blanca tela de la braguita y el sujetador Natalia tuvo un momento de flaqueza y paró de bailar llevándose las manos a los ojos llenos de lágrimas. Los hombres la observaron complacidos degustando el suplicio que para la pudorosa criatura estaba significando el impúdico show que estaba obligada a ofrecer. Aprovechando que la canción ya había entrado en su parte final, Tomás paró la música. Los dos hombres preferían tomarse más tiempo para disfrutar a gusto de la fase final del strip-tease de la niña. ¡Vamos, putita, que lo estás haciendo muy bien! – exclamó Tomás- ¡Vamos a poner de nuevo la canción desde el principio. Queremos que cuando te quites el sujetador y la braguita lo hagas muy lentamente y que una vez que estés completamente desnuda sigas bailando hasta que termine la música! ¡Y sin taparte con los brazos ninguna parte del cuerpo! – añadió Juan. La canción comenzó de nuevo a sonar y la pobre niña no tuvo más remedio que proseguir el degenerado show, intentando no mirar a sus verdugos. Los dos hombres seguían excitadísimos disfrutando a tope de la visión de la preciosa niña moviendo su cuerpo tan sólo cubierta por la fina ropa interior. La pequeña sentía la ávida mirada de sus torturadores taladrándola y, debido a su enorme pudor, no encontraba fuerzas para acabar de despojarse de las prendas que cubrían sus partes más íntimas. Los hombres, impacientes por contemplar cómo su víctima concluía su forzado strip-tease, comenzaron de nuevo a impacientarse. Tomás acercó la caja de la iguana y amagó con meter la mano. Natalia captó la maniobra y comprendió. No le quedaba más remedio que continuar. Para gozo de los hombres, Natalia llevó sus dedos a la espalda y desabrochó el sujetador. Por un momento, los ojos de los sádicos miraron divertidos el rostro de agonía de la niña con las mejillas ruborizadas por la insufrible vergüenza. Luego bajaron a la altura del pecho para contemplar extasiados cómo la blanca tela del sujetador iba descendiendo lentamente descubriendo poco a poco los preciosos senos infantiles. Natalia dejó caer al suelo el sujetador. Su primer impulso fue cubrirse el pecho con las manos, pero recordó las órdenes de Juan y , en el colmo de la humillación, apartó los brazos de su cuerpo mostrando sus senos mientras proseguía su degradante baile tan sólo cubierta por la fina braguita. Juan y Tomás se masturbaban frenéticamente ante el espectáculo. Lo que para la pudorosa niña estaba siendo un verdadero suplicio, para ellos estaba resultando una escena verdaderamente deliciosa. ¡Y todavía faltaba lo mejor: Contemplar cómo esa pudorosa chiquilla se quitaba la braguita! Ante los ojos devoradores de los hombres, Natalia llevó sus temblorosos dedos a los lados de la braguita. Los dos sádicos disfrutaron a tope saboreando cómo la pobre niña, totalmente abochornada, procedía a bajarse poco a poco dicha prenda sin dejar de contornear las caderas al ritmo de la música. A Juan y Tomás les parecía increíble ver a esa pudorosa chiquilla ofreciéndoles semejante espectáculo. Evidentemente, el pánico que debía sentir hacia la iguana debía ser sobrecogedor para someterse a tal degradación a pesar de la tremenda vergüenza y humillación que la invadía. Tras despojarse de las braguitas, Natalia las dejó caer al suelo y siguió moviendo su cuerpo totalmente desnudo. Abundantes lágrimas recorrían sus mejillas y goteaban sobre su pecho. Instintivamente, la joven intentaba ofrecer a la vista de sus torturadores la menor porción posible de sus zonas privadas, por lo que tendía a colocarse de perfil la mayor parte del tiempo. Pero los dos hombres pronto se dieron cuenta de la situación. ¡Ponte de frente y sigue bailando con las manos detrás de la cabeza! –ordenó Tomás. ¡Y sin juntar las piernas! –añadió Juan. Los dos hombres se extasiaron ante la visión del perfecto cuerpo infantil bailando desnudo y degustaron plenamente la total turbación de la atormentada niña. ¡Ahora vete girando lentamente hasta darnos la espalda! – volvió a ordenar Juan. ¡Vamos, menea bien el culito! – añadió Tomás para completar la total humillación de su víctima... A la pobre Natalia la canción se le estaba haciendo eterna. ¡Vuelve a ponerte de frente, separa al máximo las piernas y sigue bailando! – volvió a ordenar Juan. Por fin, la canción concluyó. Tomás, inmediatamente, se dirigió a la niña: ¡Posición de espera! Natalia adoptó la expuesta postura y permaneció inmóvil, temblando y llorando silenciosamente. La felación Los dos hombres entraron en el escenario con las dos sillas y se sentaron a ambos lados de la aterrada niña, uno frente al otro. Seguidamente, obligaron a Natalia a arrodillarse entre ellos de manera que quedara aprisionada entre sus piernas, con Tomás enfrente y Juan detrás. El pene de Tomás, ya en plena erección, quedaba situado justo delante de la cara de la aterrada niña. La cabeza del pene, húmeda ya por la excitación, sobresalía fuera de la piel que la recubría normalmente. La pobre Natalia intentó mirar a otro lado para evitar ver el miembro de su torturador, para ella absolutamente repugnante. ¡Bueno, preciosa!, - habló Juan. ¡Para empezar, queremos que uses tu preciosa boquita para darnos placer. Hay muchas cosas que vas a tener que hacer. Vamos a comenzar por una muy sencilla: Vas a besar la polla de mi amigo! Natalia palideció. Sólo de pensarlo ya se le revolvían las tripas.¿Cómo podían esos monstruos pedirla semejante marranada? Vamos putita! – siguió Juan – Apoya tu boca sobre la polla y bésala! No puedo…..por favor…..! Tomás procedió a abofetear el rostro de la pequeña. ¿Es que no te has enterado todavía de que nos tienes que obedecer? – exclamó Tomás - ¡Vamos, bésame la polla de una vez o será peor para tí! Los ojos de Natalia se llenaron de lágrimas. Tras vacilar unos instantes, fue moviendo lentamente la cabeza hasta recorrer la escasa distancia que separaba su boca del repugnante órgano. Tras detenerse unos segundos, llena de asco, procedió a rozar casi imperceptiblemente, su boca sobre la piel de la zona media del pene de Tomás. En seguida se volvió a separar todo lo que pudo. ¡No, no, no! – gritó Tomás – Eso no es besar. Quiero que apoyes bien tus labios sobre mi polla y que la beses como Dios manda! ¿Entendido? Las lágrimas comenzaron a resbalar por las mejillas de la pequeña. Agónicamente, repitió la maniobra, manteniendo el contacto apenas un poco más. El erecto pene del hombre dio una sacudida de placer. ¡Bueno… un poco mejor! – exclamó Tomás – Pero hay que mejorarlo. Vamos a repetir. Esta vez quiero sentir durante un buen rato tus labios sobre mi polla! Basta…por favor…no puedo, por favor….no puedo…..! – suplicó entre sollozos la pequeña. ¡Espera Tomás! – exclamó Juan – Si no queremos tirarnos todo el día con esto vamos a tener que persuadirla de otra manera! Juan se dirigió a un armario y volvió con una pinza metálica dentada en la mano. Tras pasársela a Tomás, Juan cogió las muñecas de Natalia y las llevó por detrás de la espalda, donde las mantuvo fuertemente. Tomás, sonriendo sádicamente, procedió a colocar la pinza sobre el pezón derecho de la niña y a ir soltándola. A medida que los pequeños y afilados dientes metálicos se fueron cerrando sobre la sensible piel, la pobre Natalia fue sintiendo un dolor cada vez más intenso. Cuando por fin Tomás dejó la pinza libre, una explosión de dolor absolutamente insoportable invadió a la desdichada niña. Pronto sus gritos retumbaron por toda la habitación. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh! ¡Quítenmela…por favor…..aaaaaaaaaaaaahhh…! Durante unos instantes, los sádicos contemplaron extasiados las muestras de dolor de su víctima. Natalia intentó desesperadamente soltarse pero los dos hombres la mantuvieron sujeta. Por fin, Tomás procedió a quitar la pinza. En realidad, sólo la había dejado puesta unos pocos segundos, pero para la pobre niña, se le hicieron una eternidad. ¿Has visto lo que pasa por desobedecernos? – exclamó Tomás – mirando divertido el rostro todavía crispado de su víctima. ¿Vas a hacer todo lo que te mandemos o tendremos que ponerte la pinza otra vez? - preguntó Juan, excitadísimo por la escena – La pobre niña no tuvo más remedio que asentir con la cabeza, mientras las lágrimas seguían brotando de sus ojos. ¡Muy bien, putita! – continuó Tomás – Vamos a seguir donde estábamos: Quiero que me vayas besando la polla de abajo a arriba y, esta vez, quiero sentir bien tus labios sobre mi piel! Entre patéticos sollozos, Natalia volvió a llevar su boca a la base del erecto órgano y fue besándolo subiendo hacia arriba. Tomás cerró los ojos ante la fantástica sensación que le producía esa tierna boca sobre su carne. La pobre niña, llena de asco, evitaba posar sus labios directamente sobre la encarnada y humedecida cabeza del pene, pero estaba claro que Tomás no se lo iba a permitir: ¡Bésame la punta de la polla y hazlo bien! – ordenó amenazadoramente Tomás. La pobre niña, mortificada, se dispuso a obedecer. Los dos sádicos observaron excitados cómo los labios de la pequeña entraban en contacto con la carne palpitante. ¡Hummmm…..qué placer…! – exclamó Tomás. Tras varios forzados besos justo sobre el extremo del pene, Tomás dictó la siguiente orden: ¡Ahora bésame los huevos! Y quiero que esta vez, después de cada beso, me mordisquees la piel con los labios. ¿Entendido? Cada nueva orden suponía un verdadero mazazo para la desdichada pero, a pesar de la extrema repugnancia que sentía, sabía que no podía negarse si no quería que sus verdugos volvieran a colocar esa horrible pinza sobre su carne. Así no le quedaba más remedio que prestarse a realizar esas repugnantes acciones. Tomás disfrutó enormemente sintiéndo los dulces labios de la niña mordisqueando tímidamente la piel de sus testículos. ¡Muy bien, ahora sigue así, pero subiendo otra vez por la polla hasta llegar a la punta! Juan, excitado con el espectáculo, se masturbaba frenéticamente con una mano. Con la otra comenzó a acariciar el cuerpo desnudo de la niña. Pronto la desdichada tuvo que añadir un sufrimiento más, notando la mano de Juan jugueteando con sus pequeños senos y las nalgas, recorriendo con sus dedos la hendidura entre los dos hemisferios, posándose sobre su sexo y acariciándolo de la forma más procaz. Intentó moverse pero seguía fuertemente aprisionada entre las rodillas de sus torturadores. La pobre estaba pasando un rato verdaderamente infernal. Tras varios minutos más, Tomás decidió pasar a otra fase: ¡Bueno, vamos a empezar el siguiente capítulo: Ahora quiero que utilices tu lengua para darme placer. Así que me vas a ir lamiéndome primero los huevos y luego la polla. Vamos, quiero sentir tu lengüecita deslizándose sobre mi piel! Durante unos instantes Natalia quedó paralizada, mientras redoblaba sus lloros. Los hombres disfrutaron grandemente deleitándose con la humillación y la repugnancia de la pequeña, mientras procedía a sacar la lengua y a pasarla primero por los testículos y luego a lo largo del pene de Tomás. De nuevo intentó evitar la asquerosamente húmeda y pringosa cabeza del miembro pero, de nuevo, Tomás la ordenó lamer expresamente esta sensible zona. Natalia, sollozando, dirigió su lengua al extremo del pene pero una arcada producida por el profundo asco la hizo detenerse. Los dos sádicos observaron divertidos cómo la pobre niña luchaba contra su repugnancia. Tras varias arcadas más, la lengua de la pequeña se posó sobre la carne y comenzó a lamerla penosamente. ¡Hmmmmm…..esto es la gloria! – volvió a extasiarse Tomás -¡Sigue lamiéndome la punta de la polla hasta que yo te diga! Tras otro rato delicioso para Tomás y agónico para la pobre niña, Tomás decidió pasar a la última fase: ¡Bueno, puta, ahora vas a chupármela! ¡Para empezar, vas a abrir tu preciosa boquita, para dejar que entre mi polla dentro de ella! Los dos hombres miraron divertidos la cara de absoluta repulsión de su víctima. Ya las anteriores acciones habían significado para ella un auténtico suplicio, pero la simple idea de ese repelente órgano entrando dentro de su boca se le hacía espantosa. ¡Vamos, puta!, ¿Es que estás sorda? ¡Abre tu preciosa boquita! ¡No…no puedo……por favor………! Suplicó entre gemidos la desdichada. ¿Quieres que te pongamos de nuevo la pinza? – preguntó Juan amenazador. Natalia redobló sus lloros. Ambas opciones eran horribles, pero el dolor que había sufrido cuando le colocaron la pinza había sido sencillamente insoportable. No podría resistir que esos monstruos se la colocaran de nuevo. Sólo quedaba la otra penosa alternativa. Entre sollozos desconsolados, la pobre niña abrió la boca y la fue haciendo descender hacia el erecto pene de Tomás. Tras titubear unos segundos, dejó que el órgano fuera entrando en su boca, con cuidado para no tocarlo. Pero, evidentemente, Tomás no iba a permitírselo: ¡Vamos, cierra los labios alrededor de mi polla y ten mucho cuidado para que no sienta tus dientes si no quieres saber lo que es sufrir de verdad! Natalia, agónicamente, obedeció, venciendo la más absoluta repugnancia. ¡Ahora – prosiguió Tomás – comienza a chuparla como si fuera un helado. Quiero sentir tus labios deslizándose de arriba abajo! La pequeña intentó obedecer pero al sentir la punta del pene golpear su paladar una tremenda arcada la hizo soltarlo y apartar la cabeza. ¡Qué estúpida puta! – gritó Tomás coléricamente - ¡Vuelve a empezar y procura que esta vez no tengas que parar hasta que yo te diga. De nuevo Natalia comenzó, asqueada, la penosa tarea. Al empezar a chupar, nuevas arcadas hicieron que la niña se convulsionara, pero esta vez consiguió no soltar el pene de su torturador. Tomás se relajó para disfrutar a tope el excitante contacto de la dulce boca de Natalia. Juan, mientras tanto, seguía manoseando a gusto el desnudo cuerpo de la niña y restregando la punta del pene sobre su espalda. ¡Ahora, a la par que sigues chupando quiero que acaricies con tu lengua la punta de la polla, sin sacarla de tu boca! – ordenó de nuevo Tomás. A pesar de todas las indignidades que ya la habían obligado a hacer, cada nueva orden constituía una verdadera conmoción para la pudorosa niña. Por desgracia para ella, una vez más, a pesar del infinito asco que la invadía, no tuvo más remedio que obedecer. ¡Hmmmmmmm , qué placer! ¡Sigue así hasta que yo te diga!…. Durante un buen rato, Natalia tuvo que proseguir con su penosa tarea. Varias veces Tomás estuvo a punto de dejarse llevar hasta el orgasmo, pero decidió no hacerlo para seguir estando plenamente excitado durante el resto de la jornada. Cuando por fin Tomás ordenó parar a Natalia, la pobre niña se sintió momentáneamente aliviada. Pero sus verdugos no la iban a dejar descansar mucho tiempo. Los dos sádicos obligaron a la niña a darse media vuelta de manera que quedara frente a Juan quien, con su pene totalmente erecto, estaba deseando sentir a su víctima repitiendo las mismas maniobras que había practicado con Tomás. La pequeña pronto adivinó las intenciones de los hombres y sus lloros se redoblaron. ¡Bueno, putita, esta vez me toca a mí! – exclamó Juan sonriendo - ¡Para empezar quiero que me lamas los huevos!.... La sodomización Una vez concluidas las forzadas felaciones, Juan y Tomás llevaron a Natalia medio a rastras hasta la silla ginecológica y la ataron sobre ella. De nuevo la desesperada niña quedó amarrada en la más vulnerable posición delante de sus torturadores. Los dos hombres no pudieron resistir la tentación de agacharse entre las piernas abiertas de su víctima y, durante un buen rato, juguetear a gusto con el indefenso sexo de la niña. Pero el objetivo inmediato iba a ser otro. Bueno, putita – exclamó Juan – ya nos has dado placer con dos de tus orificios, pero todavía falta uno. ¿Adivinas cuál es? Natalia no sabía a qué se refería pero cuando los dedos de Tomás comenzaron a acariciar los exteriores de su ano, la pobre niña, horrorizada, comenzó a comprender. Si, preciosa, - prosiguió Tomás – Te vamos a dar por culo. Este agujerito promete ser delicioso. Va a ser fantástico meter nuestras pollas bien dentro de él y follarlo como se merece. Natalia miró incrédula a sus verdugos. A pesar de todo lo que la habían hecho no le entraba en la cabeza que sus captores pudieran llegar a ser tan degenerados. ¿A quién se le ocurriría hacer semejante cochinada con una niña? La pobre Natalia observó como Juan se alejaba y volvía con una enorme jeringa de cristal llena de un líquido blanquecino. Pero, antes de sodomizarte, vamos a limpiarte bien el culito. – exclamó Juan sonriente, mostrando a su víctima el nuevo utensilio amenazador. Natalia contempló la jeringa con aprensión. Pronto, para horror de la niña, Juan fue dirigiendo la punta de la jeringa hacia su desprotegida entrada anal. Lentamente, procedió a introducirla por el orificio. ¡Aaaaaahhhhhh! – Gritó Natalia al sentir el frío cristal abrirse paso a través del estrecho canal. Juan, sin dejar de sonreir, comenzó a inyectar el agua jabonosa. Para Natalia significó una experiencia de lo más desagradable y humillante, notando cómo el líquido penetraba en sus conducto intestinal y llenaba sus interioridades. Juan siguió inyectando. A Natalia se le hizo interminable. Parecía que no iba a acabar nunca. Juan y Tomás no se perdían ni un detalle del rostro crispado de la niña. Los dos hombres hubieran disfrutado prolongando durante más tiempo la incomodidad de Natalia pero decidieron dejarlo para otra ocasión. Tenían demasiadas ganas de proceder cuanto antes a la sodomización de su víctima. Tomás cogió un barreño y lo colocó debajo de la niña. Juan procedió a sacar la punta de la jeringa del ano de la pequeña. Natalia quedó azorada, reteniendo a duras penas el contenido de la lavativa. ¡Vamos! – exclamó Juan. ¡Suelta ya la tripa! Natalia le miró vacilante. Estaba deseando soltar el líquido que la llenaba, pero la idea de tenerlo que hacer ante la mirada de aquellos hombres le parecía sencillamente horrible. ¡Vamos, puta! ¡Queremos ver cómo sale por tu precioso culito todo lo que hay en tus intestinos! – conminó Tomás, que seguía sosteniendo el barreño. En vista de que la niña seguía bloqueada, Juan se acercó y retorció con fuerza uno de los pezoncillos de la niña. La pobre Natalia soltó el esfinter y comenzó a salir todo el líquido inyectado, mezclado con los excrementos que quedaban en el interior de la niña. No contento con ello, cuando el chorro dejó de salir, Juan procedió a repetir la operación, inyectando con la jeringa más líquido. Una vez que Natalia hubo expulsado de nuevo el líquido, los dos hombres se dieron por satisfechos. Juan y Tomás limpiaron cuidadosamente los restos de la lavativa que habían quedado sobre la piel de la niña y, por fin, decidieron comenzar con el abuso del orificio anal de la pequeña. Los dos sádicos se sentaron entre las piernas abiertas de Natalia. Tomás posó su dedo índice sobre el expuesto ano de la niña y comenzó a presionar. ¡Aaaahhhh! ¡Nooooo! – gritó la pequeña al sentir el dedo del hombre dilatando su pequeño orificio. ¡Hmmmmm! ¡Qué agujerito más estrecho! – exclamó Tomás encantado. Tomás hizo girar su dedo a la par que seguía empujando hasta, no sin dificultades, introducir la punta del mismo dentro del orificio. Luego siguió empujando y girando hasta conseguir introducir medio dedo. Los hombres observaban divertidos las patéticas expresiones de la niña, llena de asco y humillación. Sus lágrimas resbalaban a lo largo de su rostro encantador. Tomás comenzó a mover el dedo de dentro afuera y de fuera adentro, sintiendo como el estrecho conducto aprisionaba la sensible piel de su dedo. Más de una vez había metido el dedo en el ano de alguna prostituta pero ahora la sensación era totalmente distinta y mucho más excitante para él. ¡Es un culito estrechísimo, nos va a costar llegar a sodomizarla! – exclamó Tomás. ¡Mejor, así sufrirá más! – respondió Juan sádicamente. ¡Pruébalo tú! – ofreció Tomás sacando su dedo del interior de la niña. Ahora Natalia tuvo que soportar la inserción del dedo de Juan, que empujó fuertemente hasta casi meterlo por completo dentro de la niña. Durante unos momentos, Juan jugueteó con el ano virginal de la pequeña.. ¡Hmmmmmmmmm.....! ¡Qué gustirrinín.......! – exclamó encantado. Por fin Juan sacó su dedo del interior de Natalia. Bueno, ¿pasamos ya a las cosas serias? – preguntó - ¡venga Tomás, te toca a ti tener el privilegio de desvirgar el culito de nuestra amiguita! Tomás no necesitó que le insistieran. Se colocó delante de la aterrada niña y dirigió la punta de sus erecto pene al desprotegido orificio anal de la pequeña. ¡Noooooooooo….! – gritó Natalia horrorizada. ¿Sabes putita? – exclamó Tomás sonriendo malévolamente -¡Esto te va a doler más que cuando te la metimos por el coño! Tomás comenzó a presionar pero el conducto era estrechísimo y, además, la niña, a pesar de su abierta postura, apretaba con todas sus fuerzas intentando por todos los medios evitar la penetración. ¡Va a ser mejor que me ponga un poco de vaselina! – exclamó Tomás. Tomás se untó una pequeña cantidad de vaselina en la punta del pene y, después introdujo por el ano de Natalia el dedo índice impregnado en dicha sustancia. Seguídamente, volvió a la carga. Juan llevó sus dedos a la porción de carne del exterior de la abertura y tiró de la piel hacia fuera intentando abrir el conducto todo lo posible. Tomás apoyó de nuevo la punta sobre la entrada del orificio y volvió a presionar, esta vez con más fuerza. ¡Noooooooooo…..! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh…! Natalia gritó de dolor sintiendo cómo, poco a poco, su esfinter iba cediendo y la cabeza del erecto pene de su torturador se iba abriendo paso a través del estrecho canal. Tomás, enardecido por los gritos de dolor de su víctima, siguió empujando sin piedad hasta introducir la casi totalidad de su miembro en el interior de la pequeña. ¡Qué maravilla de culito! – exclamó Tomás - ¡Como presionan las paredes alrededor de mi polla! Tomás fue haciendo salir su pene poco a poco, hasta dejar sólo media cabeza metida dentro del ano de la niña. Juan observó como el miembro aparecía manchado de sangre, producto de los superficiales desgarros que la cruel penetración había causado en las paredes anales. Luego, mirando el rostro sufriente de Natalia, volvió a empujar con fuerza hasta introducir de nuevo su miembro hasta el fondo. Tomás comenzó a cabalgar a la niña, metiendo y sacando a placer su abultado pene a través del dolorido conducto y haciendo gritar a la pequeña. La violación se prolongó durante un buen rato. Por fin Tomás sacó su pene, se colocó un preservativo, volvió a penetrar el ano de Natalia y se dejó eyacular prolongadamente en el interior de la niña. ¡Hufff! – exclamó Tomás - ¡Ha sido fantástico! ¡Te toca, Juan! Juan, sin perder tiempo, ocupó el lugar de su amigo y dirigió su pene al orificio anal de la pequeña. ¡Noooooooooooooooooo………..! – volvió a gritar Natalia al ver que de nuevo iba a ser penetrada. Su ano estaba al rojo vivo y anticipaba el dolor que iba a sentir. Esta vez Juan no tuvo problemas para penetrar brutalmente a su víctima, una vez dilatado el orificio a causa de la anterior penetración. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh…..! De nuevo el grito lastimero de Natalia llenó la habitación. Juan, extasiado, prolongó la cruel violación un buen rato, restregando una y otra vez su erecto pene sobre las desgarradas paredes anales. Por fin, Juan se colocó el preservativo y llegó al orgasmo en medio de los gemidos de dolor de la desdichada niña. |