EN PODER DE LOS SÁDICOS

BY JOSEMMM

[ part 3 ]

Viernes 9

Por la tarde entraron en la celda para decir a Natalia que tenía que ducharse y cambiarse de ropa. A la pobre niña se le iluminó la mirada: Sin duda sus padres habían pagado el rescate para ser liberada.

Los dos hombres la vendaron los ojos y la llevaron hasta el pequeño cuarto de baño que se encontraba en el sótano. Allí la quitaron la venda y la devolvieron su ropa para que se la pusiera tras la ducha. La dijeron que saliera al terminar. Natalia, loca de contenta pensando que su cautiverio iba por fin a concluir, se duchó y se vistió.

Cuando salió del cuarto de baño, los dos hombres la estaban esperando con una inquietante sonrisa marcada en sus rostros. ¿Sabes, pequeña?” – exclamó Juan – siento comunicarte que tus padres aún no han conseguido el dinero de tu rescate. Así que todavía te vas a tener que quedar con nosotros algún tiempo más.

Natalia sintió que se derrumbaba. Pero la situación todavía iba a empeorar.

Sólo que, en tanto llega el dinero - continuó Tomás – mi amigo y yo hemos pensado que... nos podríamos divertir un poco contigo.

Esta vez la pobre niña sintió un verdadero escalofrío.

Strip Tease Show

Natalia palideció al mirar alrededor de la Sala de Torturas. Había visto lugares similares en algunas películas y sabía para que se utilizaban.

La pobre niña fue conducida a un rincón de la siniestra habitación, donde sus secuestradores habían levantado un tétrico escenario, bañado por la intensa luz de cuatro focos halógenos, con un biombo negro de fondo. Cuatro cámaras de video dispuestas alrededor se encargarían de recoger todos detalles de la escena. Los hombres pusieron en marcha las videocámaras y se sentaron para contemplar el espectáculo cómodamente.

Natalia permaneció inmóvil y en silencio, mientras su cerebro intentaba inútilmente aclarar la situación.

Los hombres examinaron a la pequeña de arriba abajo con ávida mirada. Era una auténtica preciosidad. El vestido de colegiala estaba compuesto por una camisa blanca , una rebeca azul y una faldita también azul que permitía contemplar sus largas y estilizadas piernas desde la mitad de los muslos hasta las pantorrillas, que se perdían dentro de unos calcetines blancos y zapatos negros.

¡Es la criatura más bella que he visto en mi vida! – exclamó Tomás

¡Desde luego! - respondió Juan – ¡Lo que vamos a disfrutar con ella!

Natalia no daba crédito a lo que estaba oyendo. No podía ser! No podía estarle sucediendo esto realmente!

Durante un rato, los hombres observaron de arriba abajo a su víctima, devorando con la mirada todas las partes de su cuerpo y haciendo entre ellos comentarios procaces. La pobre niña observó con pavor los ojos lujuriosos de aquellos hombres. Por fin, Juan se dirigió directamente a ella:

¡Bueno..., para que quede grabado!, ¿Cómo te llamas, preciosa?

¡Na.. Natalia!” contestó la niña casi imperceptiblemente.

¿Cuántos años tienes? – preguntó Tomás.

¡Once!

¿Cuándo cumples los doce? – volvió a interesarse Tomás.

El próximo Sábado

Eres una verdadera belleza. ¿Tendrás ya muchos novios , no? – preguntó Juan.

Natalia se ruborizó ligeramente y movió negativamente la cabeza.

¿Nunca has estado con un chico? – inquirió Tomás.

Natalia volvió a menear la cabeza negativamente, mientras sus mejillas se encarnaban todavía más.

Esta preciosidad no conoce todavía lo que es un hombre – exclamó Tomás – Nosotros se lo vamos a enseñar, ¿verdad?

¡Ya lo creo! – contestó Juan – Natalia observó llena de miedo los ojos de los hombres que recorrían su cuerpo de arriba abajo como devorándola. Hubiera deseado llevar puesta mucha más ropa que el ligero vestido de colegiala.

Bueno, Natalia, - continuo Juan - por desgracia para ti, mientras tus padres no nos paguen, estás en nuestro poder. Por consiguiente vas a tener que obedecernos en todo lo que te mandemos, te guste o no. ¿Quieres saber lo primero que hemos estado pensando que va a resultar enormemente excitante para nosotros?

Natalia bajó la cabeza sin contestar. No quería ni pensar lo que aquellos hombres pudieran tener en la cabeza.

Te lo voy a decir – continuó Juan - A mi amigo y a mí nos encantan los bomboncitos como tú y estamos deseando ver otras porciones de tu apetitosa piel. Así pues, queremos que comiences a desnudarte delante de nosotros, despacio, muy despacio, para que podamos deleitarnos contemplando tu precioso cuerpecito cada vez con menos ropa.

Los hombres contemplaron satisfechos la expresión de absoluto shock que quedó dibujada en el precioso rostro de Natalia. La pobre niña sintió que la sangre se agolpaba en sus sienes y sus mejillas, haciéndola ruborizarse encantadoramente.

Natalia permaneció inmóvil. ¿cómo iba ella a desnudarse delante de esos hombres? Su cerebro no podía admitir semejante disparate. Esto no podía estar ocurriendo de verdad. Sin duda era una pesadilla de la que pronto despertaría.

Ya sabemos que eres una niña muy pudorosa – continuó Tomás – y que tenerte que desnudar delante de nosotros va a ser verdaderamente horrible para ti, pero, sin embargo, nosotros vamos a disfrutar a tope contemplando como te vas quedando en pelotas ante nuestros ojos y degustando tu vergüenza y humillación. De hecho, cuanto más veamos que estás sufriendo, más nos vamos a divertir.

Natalia quedó absolutamente paralizada ante aquellas terribles palabras comprendiendo que aquellos hombres eran en verdad dos auténticos monstruos.

Dos bofetadas por parte de Juan la sacaron del estado de parálisis. ¿Es que estás sorda? ¡Que empieces a desnudarte, pequeña puta! – gritó Juan coléricamente.

¡Vamos! – intervino Tomás viendo que la niña estaba bloqueada – ¡Empieza por quitarte los zapatos!

Los ojos de Natalia comenzaron a llenarse de agua. Estaba claro que no era una pesadilla. Era la realidad. Una horrible realidad. Tras titubear unos instantes, la pequeña procedió a descalzarse. Los hombres se fijaron cómo la pudorosa niña tenía la precaución de inclinar el tronco en vez de levantar las piernas.

¡Quítate los calcetines! - Ordenó Juan.

De nuevo, Natalia obedeció la orden intentando mostrar a sus captores el mínimo de carne de sus piernas. Los hombres contemplaron sus preciosos pies, finos y delicados.

¡Quítate la rebeca y tírala al suelo! – volvió a intervenir Tomás.

Natalia, titubeando, fue desabrochando lentamente los botones de la rebeca y se despojó de ella.

¡Ahora sácate el polo de debajo de la faldita! – prosiguió Tomás

Natalia, tras titubear de nuevo, llevó sus dedos al polo y fue tirándo de la tela hasta sacarla fuera de la falda.

¡Muy bien! – prosiguió Tomás – ¡ahora súbete el polo un poco para que podamos ver tu vientre!

Natalia, con dedos temblorosos, cogió la parte inferior del polo y tiró ligeramente hacia arriba, pero se detuvo en cuanto notó aire por encima de la falda.

¡Más arriba! – ordenó Juan.

Natalia levantó un poco más la tela y los dos hombres pudieron contemplar la fina cintura y el precioso vientre de la niña, totalmente liso y con un ombligo perfectamente dibujado.

¿Bueno, quítate ya el polo y tíralo al suelo! –ordenó de nuevo Tomás.

¡No...por favor….! – suplicó Natalia con voz temblorosa.

Juan se levantó de nuevo y procedió a dar otras dos bofetadas en el precioso rostro de la niña mientras la gritaba:

¡Mira, puta, estás totalmente en nuestras manos y más vale que empieces a mentalizarte de que no te queda más remedio que obedecer a lo que te mandemos, te guste o no, si no quieres que sea todavía peor. Así que , vamos, quítate el polo de una maldita vez!

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de la pequeña. Necesitó un enorme esfuerzo para, por fin, coger el polo con ambas manos y proceder a quitárselo.

Los hombres siguieron con la vista las porciones de carne que iban apareciendo y la blanca tela del top de su víctima. Pero Natalia, tras despojarse del polo y dejarlo caer al suelo, cruzó los brazos por delante del pecho.

¡Pon los brazos detrás de la nuca! – ordenó Juan.

Natalia lentamente obedeció mientras redoblaba sus sollozos y Juan y Tomás pudieron contemplar a su víctima de cintura para arriba sólo cubierta por el fino top, blanco con rebordes rosas. Los hombres apreciaron la finura de los hombros y de los brazos. Sus ojos se posaron sobre las pequeñas protuberancias que sobresalían a la altura del pecho, apreciando lo que prometían ser unos pequeños y excitantes senos infantiles.

Natalia rezaba pidiendo con todas sus fuerzas que no fuera obligada a continuar pero, pronto, la siguiente orden de Juan retumbó desvastadora en sus oídos:

¡Quítate la faldita!

Los dos hombres se deleitaron con la expresión de agonía de la pequeña.

¡No...basta…no puedo….por favor…..! – suplicó la pudorosa niña.

Juan se levantó de nuevo. Natalia hizo amago de apartarse pero el hombre la agarró de los brazos y la zarandeó con fuerza:

¡Me estás empezando a hartar, pequeña puta, como vuelvas a desobedecer te vas a arrepentir del día que naciste. ¿Me oyes? Vamos, quítate la falda y procura que no me tenga que levantar otra vez!

Natalia quedó llorando, tapándose la cara con las manos. Los hombres la dieron unos segundos de respiro, deleitándose con la angustia de su víctima.

Por fin, mientras se convulsionaba todo su cuerpo con los continuos sollozos, la pobre niña llevó sus temblorosos dedos a la falda y comenzó a desabrocharla. Después, comenzó a dejarla caer. En cuanto vislumbró la tela de la parte superior de la braguita Natalia se detuvo y redobló sus lloros. Tras unos instantes, ante la ávida mirada de los sádicos, la niña fue dejando que la falda se deslizara a lo largo de sus largas piernas hasta quitársela totalmente, quedando tan sólo en ropa interior.

Natalia permaneció sollozando con la cabeza inclinada, cubriéndose con sus brazos todo lo que podía abarcar. Juan y Tomás contemplaron complacidos las preciosas piernas de la niña, finas y esbeltas, maravillosamente esculpidas gracias a las clases de ballet.

¡Pon las manos detrás de la nuca! – ordenó Tomás.

Natalia permaneció inmóvil durante unos segundos, pero, ante el amago de Juan de volverse a levantar, obedeció, dejando eso sí, las piernas juntas tratando de ocultar su zona más íntima.

¡Separa las piernas! – ordenó Juan.

Cada nueva orden significaba una verdadera conmoción para la desdichada niña. Los dos sádicos contemplaron complacidos el rostro crispado de la niña mientras procedía a separarlas ligeramente.

¡Más! - prosiguió Juan – Sepáralas completamente!

Natalia, entre sollozos, obedeció y los dos hombres pudieron deleitarse contemplando el perfecto cuerpo adolescente desplegado ante ellos y sólo cubierto por la fina tela de la ropa interior. Todas sus partes estaban armónicamente talladas formando el más precioso y excitante cuerpo infantil.

¡Uff, qué maravilla! – exclamó Juan

¡Y que lo digas! – respondió Tomas – ¡creo que estamos ante la criatura más preciosa del mundo!

Los hombres desplazaron su mirada a la braguita de la niña, blanca con rebordes rosas al igual que el top. Sus ojos se posaron sobre la zona del pubis donde, sobre la fina tela, quedaba marcada la alargada hendidura vaginal.

¡Tengo la polla que me estalla! –siguió Juan – “¡Me voy a quitar ropa!

Ante el horror de Natalia, Juan se quitó el pantalón y el calzoncillo, apareciendo su pene en toda su erección.

¡Creo que te voy a imitar! – contestó Tomás, quien, a su vez, se desnudó de cintura para abajo.

Natalia, a punto de desmayarse, miró de reojo los dos erectos miembros mientras su terror aumentaba todavía más.

Para mayor escarnio de la niña, Juan y Tomás acercaron sus sillas y se situaron cada uno a un lado de ella, sus rostros a escasos centímetros de su cuerpo, devorando con su mirada cada milímetro de la maravillosa piel, fina y suave como la porcelana. Los dedos de los hombres asieron sus erectos penes y comenzaron a masturbarse frenéticamente. La pesadilla en la pobre Natalia se encontraba se hacía para la desdichada cada vez más insoportable.

Los dos hombres hubieran deseado posar sus manos sobre el precioso cuerpo que se les ofrecía y acariciarlo a gusto, pero sabían que eso acabaría de turbar del todo a su víctima y, de momento, querían mantenerla en condiciones de proseguir su agónico strip-tease. Más adelante tendrían todo el tiempo del mundo para disfrutar de contactos mucho más directos.

Natalia, con los ojos cerrados, pidió de nuevo a Dios con todas sus fuerzas que la sacara del infierno donde se encontraba. El horror que sentía ante la posibilidad de que sus captores la ordenaran seguir desnudándose se le hacía insufrible.

Pero tras unos minutos de angustiosa espera, por fin, la voz de Juan retumbó desvastadora sobre los oídos de Natalia:

¡Bueno, putita, ha llegado la hora de que te quites el top. Mi amigo y yo estamos deseando ver tus tetitas!

Natalia se derrumbó, arrodillándose en el suelo, sollozando amargamente delante de sus verdugos.

¡Nooooo......no puedo....basta, por favor.....basta....!

Los dos sádicos la miraron complacidos, deleitándose pensando en la tortura que para esa pudorosa chiquilla significaría tener que desnudarse completamente delante de ellos.

¡Sujétala, Tomás! – exclamó Juan – “voy a traer algo que quizás la haga cambiar de actitud”

Juan se puso un guante, abrió un armario, metió la mano en una caja de cartón y volvió sujetando la iguana que habían adquirido recientemente..

Al verla, el bello rostro de Natalia palideció y sus ojos se abrieron llenos de terror y asco. Sencillamente, no soportaba las lagartijas, y la mera visión de aquel horrible animal se le hacía insoportable. Intentó escapar pero Tomás la agarró fuertemente manteniéndola en el sitio.

Sabemos que te encantan estos bichitos, ¿verdad putita? – preguntó Juan mostrando la iguana de forma amenazadora.

¡Noooo!, por favor....¡noooooo! - gritó la niña intentando inútilmente zafarse.

Te voy a dar a escoger – continuó Juan – ¿Qué prefieres: Quitarte el top para nosotros o que te meta este animalito por dentro de él para que la sientas sobre tus tetitas?

¡Nooooooooo! ¡Por favor....por favor! – volvió a suplicar Natalia.

Juan se acercó e hizo un amago de aproximar el reptil al cuerpo de la niña, que se debatió histéricamente.

¡Noooooooooooo! ¡Lo haré....lo haré...! – exclamó por fin la desdichada.

¿Harás el qué? – preguntó Tomás sonriendo sádicamente.

Me....me quitaré.......me quitaré el top... – respondió Natalia, llorando amargamente.

Juan dejó la iguana en su caja. Los dos hombres volvieron a sentarse junto a su víctima para disfrutar del cruel espectáculo.

Natalia permaneció de pie, sollozando, tapándose el rostro con ambas manos. Juan y Tomás esperaron unos segundos para dejarla coger fuerzas, pero en vista de que no hacía ningún movimiento, intervino Tomás:

¡Vamos, preciosa, quítate el top de una vez!

La pobre niña, con una mortificada expresión marcada en su rostro, llevó sus dedos a la fina tela y, agónicamente, fue tirando de ella hacia arriba hasta ir separando la prenda de su cuerpo.

Juan y Tomás contemplaron extasiados cómo la piel del pecho de Natalia iba desvelándose ante sus ojos hasta descubrir durante unos instantes sus tiernos senos infantiles. Pero Natalia acabó de sacarse el top por encima de la cabeza, lo dejó caer al suelo y rápidamente cruzó los brazos por delante del pecho.

¡No, no , no! – exclamó Juan moviendo la cabeza hacia los lados - Mi amigo y yo queremos ver bien tus tetitas, así que ¡vuelve a poner las manos detrás de la nuca!

Natalia, en el colmo de la humillación, llorando amargamente, procedió a separar sus brazos lentamente y a colocarlos detrás de la cabeza, descubriendo unos perfectos senos infantiles, pequeños pero maravillosamente formados, totalmente simétricos y coronados por unos preciosos pezoncillos rosados en forma de cono y con una pequeña punta que sobresalía apuntando hacia arriba . De nuevo los hombres tuvieron que controlarse para no abalanzarse a manosear esos exquisitos montículos de fina piel.

¡Qué maravilla de tetitas! – exclamó Tomás embelesado.

¡Lo que vamos a divertirnos con ellas! – agregó Juan sonriendo sádicamente y observando complacido la reacción que sus palabras producían sobre la aterrada niña.

Durante unos minutos, los hombres examinaron con su mirada y desde todos los ángulos el precioso cuerpo de Natalia tan solo cubierto por la braguita. Por fin, decidieron pasar a la última etapa del forzado desnudamiento de su presa:

¡Bueno, preciosa! – exclamó Juan parsimoniosamente – ha llegado el momento que estábamos esperando con impaciencia: El momento de que te quites la braguita para que podamos verte por fin completamente desnuda!

Las palabras de Juan cayeron como una losa sobre la niña. Desde que tenía siete años, ningún hombre, ni siquiera su padre, la había visto desnuda. Sencillamente no podía soportar el hecho de tenerse que quitar la braguita delante de esos malvados. La desdichada, entre sollozos, volvió a suplicar a sus captores:

¡Nooo.....por favor.....no puedo....no me hagan quitarme.... no me hagan quitarme la braguita....no puedo....por favor.....por favor....!

Juan y Tomás se deleitaban con la agonía de la pobre niña, sabedores del sufrimiento que debía estar padeciendo. Para ellos, la escena estaba resultando verdaderamente deliciosa.

¡Vamos! – siguió Tomás – Sabes que no tienes escapatoria. Mi amigo y yo estamos deseando ver tu coñito!

Nooo!...por favor...no puedo...no puedo.....por favor.......!

¡Mira, estúpida puta! – intervino Juan - ¿Prefieres que seamos nosotros los que te las quitemos?

¡Nooooo! Contestó la niña casi histérica.

Porque... – añadió Tomás mientras se masturbaba frenéticamente – si tenemos que quitártelas nosotros, ten por seguro que no nos vamos a limitar simplemente a quitártelas,¡ja ja¡

A pesar de su corta edad, Natalia entendió perfectamente a qué se refería ese monstruo. La posibilidad de que aquellos hombres pudieran llegar a tocarla la espantaba hasta el paroxismo.

Y bien, putita, ¿te has decidido ya? – preguntó de nuevo Juan, quitando con su dedo índice una de las abundantes lágrimas que resbalaban a lo largo del bello rostro de la niña.

La pobre niña seguía silenciosa, llorando sin cesar y sin poder escoger entre dos opciones absolutamente horribles.

¡Es tu última oportunidad! – siguió Juan – “Si no te decides a quitarte la braguita tú misma, te la quitaremos nosotros, luego te tocaremos cuanto nos plazca y, por último, también te tocará tu amiga la iguana”.

Natalia, redoblando sus sollozos, escuchó horrorizada las palabras de su torturador.

¿Lo vas a hacer tú solita, verdad? – inquirió Tomás en tono pretendidamente cómplice.

La pobre niña, con los ojos cerrados y llena de humillación, asintió con la cabeza.

¡Muy bien, buena chica! – exclamó Juan –

Esta vez fue Tomás el que aprovechó la situación para humillar aún más a la chiquilla:

¡Separa un poco las piernas....así!. ¡Queremos que te vayas bajando la braguita lentamente, para que nos vayas mostrando tu coñito y tu culito poco a poco!

Mientras la desdichada lloraba desconsoladamente, los dos hombres acercaron todavía más sus sillas, hasta situarse totalmente pegados a su víctima. La pobre niña observó cómo sus torturadores se inclinaban ligeramente para contemplar aún más de cerca el espectáculo.

Natalia sintió que se le revolvían las tripas. Con las lágrimas brotando de sus ojos sin cesar y con una agónica expresión marcada en su rostro, llevó sus dedos a los laterales de la braguita. Tras detenerse unos segundos, comenzó a tirar hacia abajo. Juan y Tomás contemplaron extasiados cómo la tela descendía hasta revelar los primeros pelillos púbicos.

¡Alto! –ordenó Juan. Evidentemente aquellos depravados iban a prolongar todo lo posible la humillación de su víctima.

Los dos sádicos examinaron con su mirada la nueva porción de carne expuesta ante sus ojos y los finos pelillos rubios que la adornaban. La hendidura vaginal todavía se mantenía oculta bajo la tela.

¡Ahora cuando te diga... – prosiguió Juan – queremos que te bajes sólo la parte trasera de la braguita!

Los dos hombres se situaron por detrás de Natalia.

¡Ya! – ordenó Juan.

Natalia obedeció y, lentamente, fueron desvelándose las suaves nalgas de la niña, con una fina hendidura central que dividía dos delicados hemisferios simétricos.

¡Alto! – volvió a ordenar Juan.

¡Qué culito más precioso! – exclamó Tomás aumentando la humillación de su víctima.

Durante unos instantes, Juan y Tomás contemplaron satisfechos el trasero de Natalia. Luego se volvieron situar por delante, inclinándose de nuevo a la altura de la zona pubiana de la niña.

¡Bájate lentamente ya del todo la braguita y quítatela! – volvió a ordenar Juan.

Natalia, con el rostro crispado y tras titubear ligeramente, procedió a obedecer.

Parecía que los ojos de los hombres iban a salirse de sus órbitas mientras contemplaban cómo iba apareciendo el sexo virginal de la pequeña hasta quedar expuesto ante sus ojos un precioso pubis infantil, adornado en su parte superior por una fina capa de pelillos púbicos de color rubio.

Natalia se inclinó para hacer descender la prenda a lo largo de sus piernas y se despojó de ella dejándola sobre el suelo, quedando por fin completamente desnuda delante de sus captores.

La pudorosa niña no pudo resistir el impulso de proteger sus zonas íntimas de la mirada de esos hombres y, tras cruzar las piernas, se cubrió todo lo que pudo con sus brazos. Así permaneció sollozando y temblando, aterrada ante lo que esos depravados la pudieran hacer a partir de ese momento.

Los dos hombres la observaron divertidos durante unos instantes. Por fin Juan dictó la siguiente orden:

¡Pon los brazos detrás de la nuca y separa la piernas!

Natalia sintió una nueva punzada. Pero, tras vacilar unos instantes, se dispuso a obedecer. Juan y Tomás no se perdieron ni un detalle de su agónica expresión mientras la desdichada, lentamente, procedía a separar los brazos del cuerpo y a elevarlos hasta colocarlos detrás de la cabeza. Después descruzó las piernas y las separó ligeramente. Los sádicos dirigieron inmediatamente su mirada al pubis de la niña. Durante unos segundos esperaron a que su víctima se decidiera a abrir sus piernas pero, al ver que seguían casi en contacto, Juan volvió a intervenir:

¡Vamos, separa bien las piernas para que podamos ver a gusto tu coñito!

Natalia, con una nueva convulsión producida por los sollozos, obedeció y ahora los dos hombres pudieron por fin contemplar el cuerpo desnudo de su víctima totalmente expuesto a su mirada.

Juan y Tomás se volvieron a inclinar para contemplar babeantes el triángulo pubiano de la niña, fresco y virginal. Estaba cubierto en su parte superior por una fina capa de pelillos púbicos. Por debajo, perfectamente visible, aparecía la alargada rajilla vaginal, cuyos labios permanecían en estrecho contacto.

Durante largos minutos, los dos hombres se deleitaron contemplando masturbándose la temblorosa desnudez de la preciosa niña, examinando minuciosamente con su mirada cada una de sus zonas y apreciando su belleza. Los dos hombres se relamían pensando en los refinados placeres que su bella víctima les iba a proporcionar, en las crueles torturas que esa inocente y virginal criatura sufriría a lo largo de los días sucesivos.

Natalia, mientras tanto, sintiendo el peso de todo un mundo encima, soportaba mortificada el humillante examen visual, sintiendo como si la mirada de sus torturadores la taladrara. Las lágrimas seguían brotando de sus ojos y resbalando por sus mejillas.

Los hombres sabían que su víctima se encontraba ya en un estado mental al límite, pero deseaban ver hasta donde era capaz de soportar antes de romperse definitivamente. A Juan se le ocurrió una nueva idea para seguir aumentando la humillación de Natalia. Descolgó una de las videocámaras y se situó justo delante de la pequeña enfocándola con el objetivo.

¿Sabes, putita? ¡Voy a tomar unos primeros planos de tu precioso cuerpecito! – exclamó sonriendo sádicamente – Queremos quedarnos con un recuerdo tuyo duradero. ¡Además tenemos muchos amigos a los que les va a encantar contemplar de cerca tus partes más íntimas! - añadió para aumentar aún más la agonía de la desdichada.

Juan enfocó primero el rostro de la niña, para filmar su patética expresión, sus ojos rojos de tanto llorar, las lágrimas que formaban pequeños hilillos de agua, los labios, contraídos por la insoportable tensión que padecía...

Seguidamente, Juan fue haciendo descender el objetivo hasta detenerse, de nuevo, a la altura del pecho, enfocando los pequeños senos adolescentes.

¡Estas maravillosas tetitas merecen ser filmadas bien de cerca. Ja Ja! – exclamó Juan.

Natalia tuvo que vencer el impulso de bajar sus brazos y cubrirse.

Tras filmar a gusto el pecho de la niña, Juan se arrodilló y fue bajando lentamente el objetivo hasta enfocar la zona pubiana. De nuevo Natalia tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no juntar sus piernas y taparse.

¡Hmmmmm, qué bien se ve el coñito en primer plano! – volvió a exclamar Juan para herir aún más a la pudorosa chiquilla!”

Los dos sádicos, masturbándose sin cesar y disfrutando enormemente con la humillación de la niña, estaban decididos a mancillarla cada vez más. Esta vez fue Tomás el que intervino sádicamente:

¿Quieres que la abra los labios del coño para que puedas filmar su interior?

¡Excelente idea. Creo que sería magnífico coger un primer plano de sus más secretas interioridades!

Tomás se agachó detrás de Natalia y llevó sus manos hacia el pubis de la niña. Pero en cuanto ésta notó el contacto de los dedos del hombre sobre su piel, reaccionó por fin y la espantosa tensión acumulada dio lugar a un salto repentino y a una alocada carrera hacia la puerta. Tras intentar abrirla y comprobar que estaba cerrada con llave, Natalia se dejo caer al suelo llorando amargamente, acurrucando su cuerpo hasta formar un ovillo.

¡Creo que será mejor que la atemos ya, no te parece? – preguntó Tomás a su amigo.

¡Sí, vamos a preparar la silla! – respondió Juan.

La primera violación

Los dos hombres se dirigieron a donde se encontraba la silla ginecológica especial, dotada de ataduras de cuero en distintos puntos para sujetar brazos y piernas. Cogieron la silla entre los dos y la colocaron en el centro del escenario donde apuntaban los focos. Juan ajustó las cámaras para que enfocaran desde distintas perspectivas dicho aparato. Seguidamente, con parsimonia, como el gato que juega con el ratón que sabe en su poder, Juan y Tomás se fueron acercando hacia la niña, que permanecía llorando en el suelo echa una pelota.

¡Vamos putita, ha llegado el momento de que comiences a probar nuestros aparatos! – exclamó Juan.

¡Nooooooooo! ¡Quiero irme a mi casa! ¡Por favor.......mamaaaaaaá.......!

Los dos hombres, entre risotadas, agarraron a la chiquilla y la arrastraron hasta la silla ginecológica. Al ver dónde la llevaban la pobre niña intentó liberarse con todas sus fuerzas, mientras gritaba.

¡Noooooo.....no quiero......por favor.........noooooooo!

Los dos hombres la elevaron en volandas y la sentaron sobre el asiento. Natalia intentó debatirse pero Juan sujetó fuertemente sus brazos mientras Tomás procedía a sujetar con las ataduras sus muñecas, hasta quedar la niña con los brazos atados por encima de la cabeza. Los hombres resoplaron.

¡Uff, tiene fuerza la putita! – exclamó Juan.

Natalia, desesperada, intentaba liberar sus muñecas comprobando que era absolutamente imposible. Las piernas, que los sádicos habían dejado todavía libres deliberadamente, colgaban desde la silla sin llegar a tocar el suelo.

¡No pierdas fuerza inútilmente! – la dijo Tomás sonriendo – ¡La vas a necesitar más adelante!

Los dos sádicos se sentaron cada uno a un lado de su víctima, mirándola con avidez. Juan se encargó de informarla de lo que la aguardaba continuación:

¡Tienes un cuerpecito maravilloso!. ¿No pensarás que nos vamos a conformar sólo con mirarlo, no? ¡Por supuesto que no vamos a resistir la tentación de acariciarlo debidamente!, ¿verdad? ¿Estás preparada para sentir nuestras manos sobre tu preciosa piel?

¡Noooooooo......por favor.......!

A la pobre niña la idea se le hacía verdaderamente insoportable.

Juan y Tomás colocaron una de sus manos sobre el muslo de la niña más cercano. Natalia dio un respingo, todo su cuerpo se puso rígido e instintivamente juntó las piernas fuertemente.

¡Noooooooo........!

¡Hmmmmm qué suavidad! – exclamó Tomás, paseando su mano a lo largo del muslo hasta la rodilla.

Las manos de los hombres subieron desde los muslos hasta el vientre totalmente liso de Natalia, comprobando complacidos la tersura de la carne, desprovista de la más leve molécula de grasa. Seguidamente, continuaron su camino ascendente, hasta detenerse justo debajo de los pequeños senos de la niña.

¡Nooo, por favor, nooooooo......! – suplicó Natalia entre sollozos.

Los dos sádicos la miraron sonriendo, complacidos ante su expresión desesperada. Sin perderse ni un detalle de las muestras de repulsión de su víctima, Juan y Tomás comenzaron a acariciar los pequeños senos adolescentes.

¡Qué maravilla de tetitas! – exclamó Juan.

Acostumbrados a la carne usada de las prostitutas, los dos hombres estaban extasiados ante la piel tersa y suave de la niña.

Durante un buen rato, Juan y Tomás manosearon a gusto los deliciosos montículos de carne, dedicando especial atención a los preciosos pezoncillos que fueron largamente acariciados, friccionados, estirados y pellizcados levemente, mientras la desdichada no cesaba de llorar y gemir.

Por fin, los dos sádicos volvieron a cambiar el objetivo, situando su centro de atención entre las piernas cerradas de Natalia.

¡Bueno, putita!, – dijo Tomás mirando a Natalia con sádica expresión – ¡Nos han encantado tus tetitas. Ahora queremos ocuparnos de tu coñito!

¡Nooooooooooooo............!

Las manos de los hombres intentaron abrirse paso entre los muslos de la chiquilla, pero ésta, cruzando las piernas y retorciéndose todo lo que las ligaduras la permitían consiguió mantenerlas alejadas de su sexo. Esta era justamente la reacción que los sádicos esperaban.

¡Vamos, vamos! – exclamó Juan divertido – ¡Nuestra amiguita no quiere dejarnos jugar con su precioso coñito! Bueno, tendremos que poner remedio a ello! ja, ja!

Juan comenzó a girar una manivela y el respaldo de la silla comenzó a descender haciendo que la niña se fuera reclinando hacia atrás. Un vez que el respaldo estaba casi horizontal, Juan y Tomás procedieron ya a desplegar los dos estribos reposapiernas que permanecían plegados a cada lado de la silla ginecológica. Tenían sendas bases cóncavas para colocar las pantorrillas de la víctima y unas cintas de cuero para sujetarlas y mantenerlas en posición. Se podían ajustar tanto en altura como en separación con el fin de poder lograr la máxima apertura de piernas posible.

Los dos sádicos observaron complacidos la horrorizada expresión de Natalia ante la nueva terrible amenaza. Ella nunca había acudido a un ginecólogo pero una vez había acompañado a su madre y se le quedó grabada como una pesadilla la imagen de su madre sobre una silla similar. Decidió que ella preferiría morirse antes que tener que mostrarse de esa horrible manera. Y ahora, estaba en peligro de ser obligada a hacerlo. Pensó que no lo soportaría.

Tomás agarró la pierna derecha de la niña y comenzó a separarla hacia el estribo de ese lado. Natalia redobló sus fuerzas y se debatió histéricamente hasta soltarse. La desdichada volvió a cruzar las piernas con todas sus fuerzas. Esta vez intervinieron los dos hombres hasta conseguir separar de nuevo la pierna y abrirla hasta colocar la pantorrilla sobre la base. Mientras Tomás la sostenía, Juan procedió a atar las correas de manera que quedara perfectamente sujeta.

Los dos sádicos contemplaron de nuevo a su desesperada víctima, todavía cruzando la pierna izquierda para intentar protegerse.

Antes de atarla la otra pierna, Juan no pudo resistir la tentación de atormentarla un poco más.

¿Has visto cómo ha quedado tu pierna derecha, preciosa? ¿Te imaginas en qué postura vas a quedar ahora cuando te atemos también la pierna izquierda?

¡Nooo.....por favor....por favor........! – volvió a suplicar Natalia moviendo hacia los lados la cabeza.

Para desesperación de la pequeña, parsimoniosamente, recreándose en su miseria, los dos sádicos agarraron su pierna izquierda. A pesar de la histérica resistencia de la niña, poco a poco, fueron separando la extremidad de su cuerpo y llevándola hacia fuera y hacia atrás hasta colocarla sobre el reposapierna. Tomás volvió a sujetarla mientras Juan la ataba con las correas.

Natalia quedó atada sobre la silla con las piernas irremisiblemente abiertas de par en par. Los sádicos, aprovechando la flexibilidad de su víctima, movieron todavía un poco más los estribos hacia fuera y hacia atrás antes de ajustarlos definitivamente. Por fin, para gozo de sus captores, la pobre chiquilla quedó amarrada en la más vulnerable posición, con los muslos abiertos al máximo y mostrando impúdicamente sus zonas más íntimas.

Los dos hombres también comprobaron satisfechos que la cabeza Natalia quedaba totalmente en el aire, aspecto importante pues así, su víctima en ningún caso podría intentar golpearse para escapar de los futuros tormentos. La querían bien consciente y alerta en todo momento.

Durante unos minutos Juan y Tomás se deleitaron contemplando desde todos los ángulos a su pudorosa víctima expuesta de la forma más obscena. Sus penes, totalmente erectos, atestiguaban la excitación que la cruel escena les estaba reportando.

¿Te imaginas lo que debe estar sufriendo la putita? – preguntó Juan extasiado.

¡Desde luego! – contestó Juan – Desnuda, indefensa y atada en la más impúdica posición. Toda para nosotros.

Natalia, horrorizada hasta límites insoportables, lloraba y gemía sin cesar. Ni en sus peores pesadillas hubiera podido imaginar una escena como la que, por desgracia, estaba viviendo. La pobre niña vio con desesperación cómo sus verdugos, con una malvada sonrisa marcada en sus rostros, se colocaban entre sus piernas abiertas y se inclinaban.

Juan y Tomás, disfrutando a tope, posaron ávidamente sus ojos sobre el expuesto pubis de su víctima. Los labios mayores del sexo se habían separado ligeramente dejando vislumbrar una pequeña parte de sus secretas interioridades. Por debajo, también totalmente accesible entre las nalgas separadas, se mostraba el pequeño orificio anal de la niña.

Durante unos instantes, los dos sádicos se limitaron a contemplar a su víctima, saboreando la humillación de la pequeña y deleitándose con su angustia y desesperación.

Estaban consiguiendo que la niña sufriera lo indecible y eso que, realmente, todavía no la habían puesto un dedo encima.

Natalia volvió a pedir al cielo con todas sus fuerzas que pusiera fin a su suplicio. Pero en la mente de esos dos monstruos sólo cabía un imperioso deseo: Humillar y atormentar a la pobre niña cada vez más. Así, pronto retumbaron demoledoras en los oídos de la pequeña las siguientes palabras de Tomás:

¡Estoy deseando inspeccionar este precioso coñito! ¿Se lo abrimos para ver bien su interior?

¡Buena idea! – respondió Juan, observando complacido la nueva expresión de agonía que se dibujaba en el rostro de la niña.

¡Vamos a abrírselo entre los dos! – propuso Tomás – ¿Comenzamos por los labios mayores? ¡ocúpate tú de uno y yo del otro!

Natalia cerró los ojos. Hubiera querido desaparecer, esfumarse a cualquier otro lugar que no fuera el infierno donde se encontraba. Tener los ojos cerrados no la impidió sentir como los dedos de sus torturadores se posaban entre los pliegues de su carne íntima y, lentamente, comenzaban a tirar hacia los lados. Los labios mayores se fueron abriendo cada vez más, tirando a su vez de los pequeños labios menores y forzándolos también a abrirse. Los ojos de los hombres parecían salirse de sus órbitas mientras contemplaban cómo se iban desvelando las rosadas interioridades de un sexo infantil preciosamente formado. Por fin, el sexo de la niña quedó abierto de par en par.

“¡Qué maravilla!” – exclamaron casi al unísono.

Juan y Tomás recorrieron con su mirada las nuevas porciones de carne íntima que quedaron impúdicamente expuestas. Acostumbrados a los genitales usados de las prostitutas, los dos pervertidos quedaron extasiados ante la vista de ese sexo fresco y virginal. Los labios mayores habían quedado abiertos en forma de rombo desvelando todos los órganos internos. El clítoris se mantenía oculto entre los pliegues de un fino capuchón en forma de v invertida. Por debajo, los pequeños labios menores se habían entreabierto descubriendo el virginal orificio de la vagina. Los hombres comprobaron satisfechos que todas las partes estaban perfectamente dibujadas y delicadamente talladas.

¡Es el coñito más delicioso que he visto en mi vida! – dijo Tomás, mirando sonriente el compungido y lloroso rostro de Natalia. A la pobre niña no le quedaba más remedio que sufrir, mortificada al máximo, las humillantes acciones de sus verdugos.

Mientras mantenían con una mano completamente abierto el sexo de la niña, los dos hombres posaron los dedos de la otra mano directamente sobre su interior y comenzaron a acariciar procazmente la carne palpitante.

¡Nooooooooo.............! – gritó entre sollozos y gemidos la desdichada ante el nuevo ultraje.

Durante un buen rato los hombres se deleitaron recorriendo minuciosamente con sus dedos toda esa íntima zona. Después disfrutaron jugueteando con cada una de sus partes: Tirando de los labios menores hasta abrirlos al máximo; toqueteando la entrada vaginal y el minúsculo orificio de la uretra; haciendo presión sobre la elástica capa del himen virginal; tirando de la piel que recubría el clítoris para hacerlo aparecer...

De vez en cuando, los sádicos levantaban la vista para observar con satisfacción la torturada expresión de Natalia ante aquellos innobles abusos. La pobre niña, sumida en un auténtico calvario, lloriqueaba sin cesar.

Juan y Tomás pasaron a centrar su atención en el orificio anal, que también se ofrecía desprotegido debido a la posición en que la víctima se encontraba atada. Los dos hombres tiraron de la carne adyacente para abrirlo aún más. Tomás no pudo resistir la tentación de posar el dedo índice sobre la entrada del orificio y presionar. Natalia inmediatamente contrajo el esfínter para evitar la penetración.

¡Hmmmmm! – exclamó Tomás - ¡Qué culito más estrecho, no puedo ni meterla el dedo!

¡Déjame catarlo a mí un poco! – intervino Juan.

Juan llevó un dedo a la entrada anal de la niña e intentó abrirse paso, pero sin aplicar demasiada fuerza. De nuevo Natalia lo impidió contrayéndose. El sádico sonrió complacido comprobando la estrechez del conducto y pensando en lo que sufriría su víctima cuando la sodomizaran.

Por fin Juan se levantó y se dirigió a una de las cámaras de video.

¡Voy a coger unos primeros planos del coñito! – exclamó.

¡Venga, yo se lo mantendré bien abierto! – contestó Tomás.

A la pobre niña no le quedó más remedio que sufrir impotente la nueva terrible humillación.

Juan volvió con la cámara y enfocó directamente la zona pubiana de la niña. Tomás fue separando lentamente los labios mayores. Una vez abiertos de par en par, procedió a separar al máximo los labios menores. Juan, relamiéndose, tomó en primer plano el virginal interior del sexo de la niña.

¡Sácala el clítoris! – pidió Juan a su amigo.

Tomás tiró de la fina piel que recubría el pequeño botón hasta mostrarlo al objetivo de la cámara.

Juan se recreó filmando a gusto las expuestas zonas íntimas de la niña.

Por fin, Juan volvió a colocar la cámara en su sitio y los dos hombres decidieron pasar a asuntos mayores. Tras cruzar con su amigo una mirada de asentimiento, Tomás tomó la palabra para lanzar a los oídos de la desdichada Natalia una nueva frase terrible:

¡Bueno, Juan, creo que ha llegado el momento de violar a nuestra amiguita!, ¿no te parece?

¡Nooo...por favor........ nooo... nooooo......! – volvió a suplicar con desesperación la pobre niña.

Natalia conocía perfectamente el horrible significado de ese verbo. Las veces que había oído casos de mujeres violadas siempre se le había puesto la carne de gallina pensando en el horror que una mujer debía sentir al ser forzada de esa asquerosa manera. Siempre había pensado que ella no lo podría soportar.¡Y ahora era ella misma la que estaba en peligro de ser violada por esos monstruos!

Juan se aproximó a su víctima sonriendo, deleitándose con su expresión de terror. El miedo y la angustia reflejados en sus ojos y bello rostro sólo tenía por efecto aumentar el deseo de sus verdugos de hacerla sufrir.

¿Te has enterado bien, putita? ¡Vamos a violarte! ¡Vamos a meter nuestras pollas dentro de tu precioso cuerpecito y, por supuesto, no vas a poder hacer nada para evitarlo! Para empezar te vamos a violar por la vagina, aunque este no es el único apetecible orificio que tienes....

¡No le adelantes acontecimientos! – le cortó Tomás -¡Dejemos que nuestra pequeña amiguita vaya de sorpresa en sorpresa, así será todavía más divertido!

¡Tienes razón! – contestó Juan - ¡Bueno!, ¿sorteamos quien empieza?

La pobre Natalia asistió con repulsión a un lanzamiento de moneda para ver quién de los dos pervertidos tenía el privilegio de acabar con su virginidad.

¡Cara, tú ganas! – dijo Juan a Tomás, un poco decepcionado por no haber ganado.

¡Hmmmm....va a ser un verdadero placer! – contestó Tomás mirando a la aterrada niña con una sádica sonrisa.

Tomás sacó un preservativo y lo dejó preparado, por si acaso, sobre la silla ginecológica. Los dos hombres habían acordado que realizarían las penetraciones sin condón, pero que para eyacular se pondrían un preservativo o lo harían fuera de los conductos. De esa manera dejarían los orificios limpios y prestos para penetración del compañero.

Juan y Tomás cambiaron la posición de las cámaras para recoger la violación desde distintas perspectivas.

¡Voy a coger un de las cámaras para filmar la penetración en primer plano! – exclamó Juan.

Natalia hubiera deseado morirse. Lo que pudiera acontecer a partir de ese momento se le hacía absolutamente insufrible.

Tomás se acercó a su víctima parsimoniosamente. Su pene totalmente erecto testimoniaba la excitación que sentía. Frente a él, completamente a su merced, la maravillosa niña que le había perturbado tanto tiempo. El momento que tantas veces había imaginado en sus sueños estaba a punto de hacerse realidad.

Natalia, totalmente horrorizada, había dejado hasta de llorar y permanecía con todo su cuerpo en tensión y la expresión más mortificada marcada en su rostro.

Juan comenzó a filmar. Tomás se situó de pie entre las piernas abiertas de la niña. Su pene quedaba ligeramente por encima del pubis de Natalia, casi tocando su piel. Una ligerísima flexión de piernas y ya lo tendría a la altura de penetración adecuada. Los impulsos que llegaban al cerebro de Tomás le empujaban a incrustar cuanto antes su miembro en el sexo de la niña, pero quería saborear el momento y hacerlo durar, por lo que decidió ir despacio. Se fue inclinando sobre el cuerpo de Natalia hasta dejar su rostro frente al de la niña. Durante unos segundos la miró sonriendo cruelmente, deleitándose con su miedo y su desesperación.

¡Sí, putita, por fin vas a sentir lo que es tener una buena polla metida en tu precioso coñito! – la susurró.

Natalia entreabrió la boca para emitir un angustiado gemido. Tomás vio los labios adolescentes y decidió besarlos. Bajó su cabeza pero, antes de que pudiera posar su boca sobre la de ella, la niña se apresuró a mover la cabeza hacia un lado. Tomás cogió la cabeza de la pequeña con ambas manos para mantenerla inmóvil y fue aproximando su boca hasta cubrir con ella los labios de la pequeña. Natalia intentó de nuevo apartarse pero Tomás la sujetó fuertemente y comenzó a besarla. La niña, asqueada al límite, metió los labios hacia dentro y cerró la boca con fuerza para intentar protegerse. Entonces, Tomás cogió con sus dedos un pezoncillo de la niña y lo retorció fuertemente.

Natalia abrió la boca para gritar de dolor y entonces Tomás aprovechó para besarla a gusto.

Durante un rato, el hombre repitió una y otra vez la maniobra para poder besar a gusto la boca de la pequeña. Luego, su boca fue descendiendo por la barbilla y el cuello hasta el pecho, donde se desplazó lateralmente hasta encontrar uno de los senos infantiles. Allí se detuvo, besando y lamiendo la fina piel. Sus labios se cerraron sobre el delicado pezoncillo y lo besaron y chuparon. Su lengua jugueteó con la sensible porción de carne. Luego, Tomás repitió las mismas maniobras sobre el otro seno.

Tomás, disfrutando a tope con esas acciones, se tomó todo el tiempo del mundo, mientras Juan filmaba en primer plano. Por el contrario, la pobre Natalia gimoteaba y lloraba sin cesar, sufriendo lo indecible con aquellos innoble ultrajes.

Por fin, la boca de Tomás abandonó el pecho de Natalia y siguió descendiendo lentamente, recorriendo el vientre de la niña en dirección hacia su expuesto pubis.

¡Nooooooo! – gritó la pobre niña adivinando las intenciones del hombre.

Para agonía de la niña, Tomás posó su boca directamente sobre la piel del sexo de su víctima y comenzó a besarlo de arriba abajo. Luego metió su nariz entre los pliegues y frotó con ella la sensible carne. Luego, sacó la lengua y fue lamiendo toda la zona.

Ante el ávido objetivo de la cámara sujeta por Juan, Tomás llevó sus dedos al sexo de Natalia y procedió a abrirlo de par en par. Después, volvió a posar su boca sobre esa íntima zona, besando, lamiendo y chupando cada porción de carne palpitante de la forma más impúdica.

Por fin, Tomás se dispuso a consumar la violación. Se puso de pie y apoyó su erecto pene sobre el expuesto sexo virginal. Natalia, instintivamente, intentó cerrar sus piernas con todas sus fuerzas, pero apenas pudo moverlas un milímetro.

¡Bueno, putita!, ¿Estás preparada para dejar de ser virgen? – preguntó sádicamente.

Durante unos segundos, Tomás se limitó a frotar su órgano sobre el pubis de la niña, mientras la miraba sonriendo sádicamente deleitándose con su expresión de pavor.

Natalia pudo sentir la extraordinaria dureza del órgano presto a taladrarla. Sin duda la iba a hacer mucho daño.

Tomás volvió a llevar los dedos a los labios sexuales y tiró de ellos hasta dejar descubierta la zona vaginal. Seguidamente llevó la punta de su pene a la entrada del orificio y comenzó a presionar.

¡Nooooooooooo! – volvió a gritar la desdichada mientras lloraba amargamente.

La punta del erecto miembro comenzó a abrirse paso a través del orificio virginal. Tomás dio una fuerte sacudida y su pene quedó incrustado en el interior del sexo de la niña.

¡Aaaaaaaaaaahhhhh! – gritó Natalia.

La brutal embestida había destrozado el himen e incluso desgarrado ligeramente las paredes vaginales. Del violentado orificio comenzaron a brotar los primeros hilillos de sangre.

Juan observó a través del visor de la cámara cómo el pene de su amigo salía teñido de rojo para volver a entrar hasta alcanzar el fondo vaginal. La expresión de dolor de la niña dejaba claro que, para ella, la violación iba a significar una auténtica tortura. Juan no tuvo más remedio que comenzar de nuevo a masturbarse con una mano mientras filmaba con la otra.

Tomás, disfrutando como nunca en su vida, prolongó la violación de la niña durante un buen rato, sintiendo intensamente las placenteras sensaciones que le proporcionaban las estrechas paredes vaginales y deleitándose con el dolor y la humillación de su víctima, que no paraba de gemir.

¡Creo que me voy a correr de un momento a otro! – jadeó Tomás.

Tomás sacó su ensangrentado pene del interior de la niña y procedió a colocarse el preservativo. Seguidamente la volvió a penetrar y comenzó a moverse con más rapidez para llegar al climax. Éste llegó en muy poco tiempo. El hombre alcanzó un intenso y largo orgasmo. Sus gemidos de placer se entremezclaron con los gemidos de dolor de la pobre niña.

¡Ufff! – exclamó Tomás - ¡Ha sido sin duda la mejor corrida de mi vida. El coñito de esta putita es una verdadera maravilla!

Tras quitarse el preservativo, Tomás procedió a limpiar con un trapo húmedo la sangre que había quedado sobre la piel de Natalia y sobre la silla donde estaba atada.

Natalia quedó llorando amargamente, con los ojos cerrados, su rostro reflejando una patética expresión mezcla de dolor y repulsión.

¡Bueno, toda tuya! – le dijo Tomás a Juan - ¡Déjame la cámara a mí ahora!

¡No me lo tendrás que decir dos veces! – contestó Juan, que estaba deseando penetrar a la niña.

Natalia abrió los ojos justo para ver a Juan acercarse a ella, con un preservativo en una la mano y masturbándose con la otra.

¿Estás preparada para la segunda parte, putita? ¡Siento decirte que mi polla es aún más grande que la de mi amigo! – la dijo el sádico sonriendo.

¡Noooooo.......bastaaaa.....por favor........! – volvió a suplicar la desdichada.

Ante la horrorizada mirada de Natalia, Juan se colocó frente a ella y colocó la punta de su erecto pene en contacto con la ultrajada entrada vaginal para que la pobre niña la sintiera.

¡Noooooooooo........!

Disfrutando a tope con la cruel escena, Juan fue presionando hasta introducir su miembro por el dolorido orificio.

¡Aaaaaaaaaaahhhhhh! – volvió a gritar la niña, al sentir como el duro pene de su torturador se abría paso a través de sus irritadas paredes vaginales.

¿Duele, eh, putita? – exclamó Juan sádicamente, comprobando satisfecho el gesto de dolor de su víctima.

Juan comenzó a moverse más rápidamente, deleitándose con la estrecha vagina infantil que abrazaba su miembro produciéndole continuas olas de placer. No contento con el sufrimiento que la nueva violación estaba infringiendo a la niña, llevó sus dedos a los tiernos pezoncillos de la pequeña y comenzó a retorcerlos.

¡Aaaaaahhhhh...! ¡Noooooo....! Uaaaaaaaahhhhhh......!

Los hombres observaron complacidos las muestras de dolor de su víctima. Tanto las expresiones de su bello rostro como las agónicas exclamaciones que brotaban de su garganta resultaban para los dos sádicos absolutamente deliciosas.

¡Me encanta cómo sufre esta putita! – exclamó Juan

¡Desde luego, tiene una forma de sufrir de lo más excitante! – asintió Tomás - ¡Lo que vamos a disfrutar con ella!

Por fin Juan decidió llegar al orgasmo. Sacó el pene del interior de la niña, se puso el preservativo y la volvió a penetrar, esta vez cabalgándola brutalmente hasta llegar al climax. Sus jadeos de placer se mezclaron con los gemidos de dolor de la pequeña.