EN PODER DE LOS SÁDICOS Nota: La historia que a continuación se narra constituye tan sólo una mera fantasía. Es decir, por muy extremas que puedan resultar las escenas descritas, ninguna persona de carne y hueso ha sufrido ningún daño. En la vida real, cualquier acción parecida sería absu†æF×te odiosa y constituiría un gravísimo delito digno de las penas más duras. Así pues, la lectura de esta narración sólo es apta para personas adultas que sepan diferenciar claramente entre la ficción y la realidad. Introducción Todo sucedió en un instante. Un MiércolžÇÛIF˜incipios de Octubre la pequeña Natalia caminaba, como cada mañana, desde su casa hacia la parada del autobús del colegio. Iba pensando en su cumpleaños que tendría lugar el Sábado, la fiesta que sus padres la habían prometido, las amigas y amigos que invitaría, la tarta de cumpleaños, las doce velas que tendría que soplar... . De pronto, al pasar junto a una furgoneta aparcada frente a un taller vacío, unos brazos fuertes la empujaron al interior. Antes de que pudiera ni siquiera gritar se encontraba amordazada, con las manos atadas a la espalda y sujeta fuertemente por dos hombres. Cuando arrancó la furgoneta, para desgracia de la pobre niña, nadie en la calle se había percatado de su desaparición. Iniciaba un viaje sin retorno hacia el infierno. [ part 1 ] El Rapto Lo llevaban planeando desde hacía mucho tiempo. Dos amigos: Juan, un dentista de 45 años y Tomás un abogado de 48 años. Ambos madrileños, se habían conocido en un club sadomasoquista y pronto se dieron cuenta de la coincidencia de sus gustos. Cuando fueron expulsados del club, por su participación en una excesivamente brutal sesión de tortura con una de las prostitutas, los dos coincidieron en el creciente aburrimiento que estos clubs suponían. Las víctimas a menudo eran demasiado viejas o muy poco atractivas. Además, en todo momento había que tener mucho cuidado para no dañarlas más de la cuenta. Así, poco a poco, se fue gestando una idea que les entusiasmó: Raptar una víctima para violarla y torturarla a gusto, sin límites ni cortapisas. Preferiblemente una jovencita inocente y tierna, para que sufriera con la mayor intensidad los más crueles abusos. En realidad, tanto Juan como Tomás eran dos perversos pedófilos que tenían especial debilidad por las niñas apenas llegadas a la pubertad y frecuentemente intercambiaban material gráfico de pornografía infantil obtenido en Internet. Además contaban con el lugar adecuado: Juan era propietario de un solitario chalet a las afueras de Madrid con un enorme sótano. Los preparativos se prolongaron durante varias semanas. Insonorizaron las paredes del sótano.. A través de sex shops, tiendas de varios tipos y compra por Internet fueron adquiriendo y acumulando material: Por un lado, aparatos donde poder colocar a la presa: Mesas, estructuras metálicas, una arista de madera, una silla ginecológica especial con ataduras, un caballete, argollas colocadas en el suelo, en las paredes e incluso cayendo del techo con el fin de poder atarla en cualquier posición... Por otro lado, todo tipo de instrumentos para hacerla sufrir de mil formas distintas: Látigos, varas, fustas, paletas, pinzas de varios tipos, agujas, alicates, velas, cirios, consoladores, un aparato especialmente diseñado para administrar descargas eléctricas de variada intensidad, un infiernillo para calentar metal... Pegada a una de las paredes acondicionaron una especie de jaula acolchada donde poder mantener cautiva a la esclava. Los sádicos planeaban divertirse con la víctima durante largo tiempo, sometiéndola primero a terribles humillaciones y abusos sexuales y, posteriormente, a torturas cada vez más extremas, procurando hacerla durar el mayor tiempo posible. También adquirieron cuatro videocámaras con sus respectivos trípodes, con el fin de filmar el desarrollo de todas las sesiones desde todos los ángulos. Por fin, el sótano quedó convertido en una perfecta cámara de torturas. Ya sólo faltaba la víctima. Tomás tenía echado el ojo a una niña que vivía en su mismo barrio. Aparentaba tener 11 o 12 años era rubia y de ojos azules, de rostro precioso; delgada y esbelta, desprendiendo a su alrededor un aire inocente y virginal encantador. Desde hacía ya dos o tres años, Tomás la seguía periódicamente y, poco a poco, escuchando conversaciones disimuladamente, Tomás se había ido enterando de bastantes cosas: Se llamaba Natalia, era hija de padre holandés y de madre española. No tenía hermanos ni hermanas. Su padre pasaba mucho tiempo en Holanda. Por las tardes, Natalia solía acudir en compañía de su madre a un parque cercano donde se quedaba un rato para jugar con sus amigas. Tomás se sentaba en un banco simulando leer el periódico y espiaba disimuladamente las evoluciones de la chiquilla. Cuando era más joven, Natalia bajaba de vez en cuando con la falda del colegio. Entonces Tomás se deleitaba contemplando las finas y estilizadas piernas y, de vez en cuando, aprovechaba sus carreras para escudriñar algún centímetro más de sus muslos. Pero era evidente que la niña era muy cuidadosa pues constantemente se preocupaba de tener la ropa de la manera adecuada. Muchos días jugaban a saltar la cuerda y ella sólo lo hacía cuando llevaba puestos pantalones, para desesperación de Tomás que hubiera dado cualquier cosa por ver el espectáculo de esa preciosa niña saltando con la faldita replegada por el aire descubriendo sus piernas y la braguita. De hecho, en el último año, la gran mayoría de las veces había acudido al parque con pantalón. Un día Tomás tuvo oportunidad de enterarse de algo más: un niño había capturado una lagartija. Cuando se acercó a Natalia con la lagartija en la mano, la niña salió corriendo gritando histéricamente. Oyó a la madre comentar que Natalia tenía horror a los reptiles, en especial a las lagartijas y las serpientes. ¡Bueno era saberlo! La obsesión que iba creciendo en Tomás hizo que incluso la hubiera seguido de vuelta a casa para enterarse donde vivía, de hecho, muy cerca del parque. Tomás se lo contó todo a Juan y le convenció para, una tarde, ir a verla juntos. Así, una tarde que Tomás sabía que Natalia acudiría porque el día anterior había quedado con una amiga para intercambiar un CD musical, Juan y Tomás llegaron al parque muy temprano y se situaron en un lugar discreto. Tuvieron que esperar una hora antes de que Natalia apareciera en compañía de su madre y, para satisfacción de Tomás, en falda. La niña fue a reunirse con su amigas y la madre se sentó en un banco cercano. Al poco tiempo, otra madre se sentó junto a ella y comenzaron a hablar. Los dos hombres se acercaron y se sentaron en un banco cercano simulando estar conversando. Tomás observó complacido cómo los ojos de Juan devoraban cada detalle de la preciosa chiquilla. No hacía falta que dijera nada. Tomás vio reflejados en la mirada de su amigo sus más bajos deseos. Cuando sus amigas se fueron a jugar a la cuerda, Natalia permaneció un poco apartada y la mujer que permanecía sentada con la madre se dirigió a la chiquilla: ¿Qué pasa, Natalia, hoy no tienes ganas de jugar? La niña se limitó a sonreir negando con la cabeza. Fue su madre la que dio la explicación: ¡Como hoy viene en falda! ¿Qué pasa, que es muy pudorosa? – preguntó de nuevo la otra madre viendo que había niñas con falda que habían ido a jugar. ¡Uff, no lo sabes tú bien! – contestó la madre de Natalia – Cuando lleva falda está obsesionada con que no la vean las bragas, por eso no quiere llevarla cuando está fuera del colegio. Este verano tuvimos que comprarla un nuevo bañador porque decía que el que tenía se transparentaba y, al final, apenas ha querido ir a la piscina. Ahora, quiere dejar la clase de ballet de los sábados porque no está cómoda con el fino maillot que tiene que llevar. Dice que se siente como desnuda! Juan y Tomás escucharon ensimismados las palabras de la madre de Natalia. Sin comentar nada, los dos intercambiaron miradas de complicidad. Ambos estaban relamiéndose pensando en lo que podrían llegar a disfrutar teniendo a esa pudorosa chiquilla en su poder. Desde ese día, la víctima estaba elegida. Los dos hombres no podían dejar de pensar en los refinados placeres que esa preciosa niña les podría proporcionar, en las deliciosas humillaciones y en las excitantes torturas a las que la someterían. Así comenzaron a planear la forma de hacerse con Natalia mediante un seguimiento desde las primeras horas del día. Vieron que el momento propicio era justamente cuando salía de casa por las mañanas para ir al colegio. Su madre tenía que salir media hora antes para ir al trabajo, por lo que Natalia tenía que recorrer sola un corto pero solitario trayecto desde su casa a la parada del autobús del colegio. A lo largo de ese trayecto, pasaba por delante de un taller que, a esa hora, permanecía cerrado. Juan tenía una furgoneta con una puerta lateral corrediza. Aunque estaba prohibido aparcar junto al taller, Juan detendría allí su furgoneta durante unos pocos minutos. En el momento en que la niña pasara junto a ellos, abrirían la puerta y la empujarían dentro. Todo salió según el guión previsto. La pobre Natalia no tuvo tiempo ni de gritar y pronto se encontraba atada y amordazada en el interior de la furgoneta. A los dos hombres les parecía mentira la facilidad con que habían capturado a su presa. El momento con el que tanto habían soñado estaba ya al alcance de su mano. Pronto tendrían a esa preciosa niña totalmente en su poder para hacerla todo lo que se les antojara. |